—Qi Liang... —la voz de Xu Shenghe era notablemente más débil que ayer, casi como la de otra persona.
—Maestro, dígame qué necesita —respondió Qi Liang respetuosamente.
—Ve... trae a ese chico Su Chengyu ante mí, haz que se arrodille y suplique clemencia. Quiero verlo morir personalmente, de otro modo este resentimiento en mi corazón simplemente no desaparecerá —invocó Xu Shenghe.
—¡Claro, maestro! No se preocupe, voy a buscarlo enseguida para usted —dijo Qi Liang con determinación.
Duan Tianyang apareció, sus heridas habían mejorado mucho. Después de todo, era un Gran Maestro de Artes Marciales, poseedor de poderes de sanación formidables.
Pero el rostro de Duan Tianyang ya no tenía la arrogancia y confianza que alguna vez tuvo, y se veía algo abatido.
—Maestro Duan, vámonos.
Qi Liang no esperaba que en su primer día en Lin Jiang, la familia Xu sufriera un golpe tan duro.