—¡Piérdete! ¿Ahora te acuerdas de que somos pareja? ¿Cómo me trataste? Tus propias acciones te han llevado a tu situación actual, obtuviste lo que te merecías, y jamás te perdonaré en esta vida.
Xia Ruolan odiaba a Li Wanpeng hasta la médula. Poder ser testigo de su quiebra y verlo suplicando a sus pies ahora la satisfacía completamente. Sus pensamientos eran claros.
—Ruolan, ¡por favor ayúdame! Estoy en bancarrota, tú tampoco recibirás dinero —dijo Li Wanpeng aterrorizado.
—¿Crees que quería dividir la propiedad porque estoy ávida de tu dinero? ¡Solo estoy enojada y no quiero verte beneficiado! Tu sucio dinero no me importa en lo más mínimo.
La actitud decidida de Xia Ruolan hizo que Li Wanpeng perdiera completamente la esperanza.
—Tu jefe está en bancarrota. Sugiero que lo mantengan aquí para que pueda saldar sus salarios; de lo contrario, sus pérdidas serán aún más severas.
Después de decir esto a los empleados, Su Chengyu se marchó, de la mano con Xia Ruolan.