Zhao Shuheng estaba más seriamente herido que Wei Ziyang, y otro hijo de un Maestro de Sala de la Asociación Comercial Dragón Negro se apresuró a sostenerlo.
—Hermano Heng, ¿cómo estás? —preguntó el conciudadano.
Zhao Shuheng luchó por levantar la mano y señaló a Su Chengyu.
—Tú... Tú... ¡Huh! —Zhao Shuheng vomitó sangre de nuevo. Sus pensamientos eran idénticos a los de Wei Ziyang, incapaces de creer que habían sido derrotados por Su Chengyu.
Para el orgulloso dúo, la derrota no fue solo física sino psicológica. Cuanto más arrogante y confiada es una persona, más difícil es enfrentarse al fracaso o a los contratiempos.
—¿Es este tu llamado élite? ¿Tu llamado orgullo? Eres tan ridículo e ignorante como Wei Ziyang —dijo Su Chengyu.
Las palabras de Su Chengyu atravesaron los corazones de Zhao Shuheng y Wei Ziyang como una espada afilada. Wei Ziyang, que intentaba curarse, estaba tan enojado que vomitó sangre otra vez.