Este pequeño gato blanco no era grande, unos veinte centímetros de longitud corporal, lindo y delicado, con un par de ojos grandes, brillantes y vivaces.
Secretamente, Su ChengYu pensó en llevarse a este gato blanco a casa. A Xiao Xiao le encantaría, siempre había tenido debilidad por estas pequeñas criaturas, y solía ir a los parques a alimentar a los gatos y perros callejeros.
Bajando la guardia, Su ChengYu se agachó, llamando al pequeño gato blanco con los dedos:
—Pequeñín, ven aquí, ¡déjame darte un abrazo!
Su ChengYu, rebosante de afecto, estaba encariñado con este pequeño gato blanco.
El pequeño gato blanco se acicalaba las patas, moviendo la cola. Cuando Su ChengYu extendió la mano para tocarlo, el gato, que antes era amable y encantador, de repente mostró los dientes. Su pelaje blanco erizado y su cola erguida, mostraba una postura amenazante hacia Su ChengYu.
—No te confundas, no te quiero hacer daño —dijo Su ChengYu suavemente.
