—Hace años, sobreviví de pura suerte, Xu Lingshan. En los últimos veinte años, he vivido una vida de batallas filosas en las primeras líneas. Mi voluntad de sobrevivir solo se alimentaba de llevarte ante la justicia. Es hora de saldar nuestras cuentas hoy.
Una daga jugueteaba en la mano de Yan Yong, quien ahora era un Maestro Grande de Séptimo Rango, una fuerza formidable.
—Quieres buscar venganza contra mí está bien, pero no arrastres a inocentes en esto. ¡Quienes matan encontrarán su fin! —dijo Xu Lingshan.
—¿Ahora nos vienes con santurronerías, Xu Lingshan? ¿Empezando a creer en tu propia hipocresía? ¡Estás lejos de ser inocente! Has cruzado tantas líneas como yo. —se burló Yan Yong.
—¡Sí! He hecho cosas malas, y he recibido retribución a cambio.
Xu Lingshan se había resignado a su destino. La enfermedad de su hijo le había hecho lamentar sus acciones pasadas.
—Tu retribución viene en mi forma. Mataré a ti... ¡y a toda tu familia! —declaró furioso Yan Yong.