Feng Jie Yu era plenamente consciente de que la muerte de Dragon Zhi no era en absoluto el final del incidente.
Como maestra del Condado de Kun, podía ver claramente las corrientes subterráneas que aquí surgían.
No le contó todo a Su Chengyu, primero porque quería que descansara y se recuperara sin preocupaciones, y en segundo lugar porque entendía que esas personas no eran algo que el actual Su Chengyu pudiera manejar.
¿Un anciano?
¿Quién hubiera pensado que ella asumiría esta responsabilidad algún día?
Un atisbo de sonrisa aliviada apareció en el rostro de Feng Jie Yu, como una rosa floreciendo en medio de las mortales corrientes subterráneas del lugar.
Las rosas tienen espinas.
—Señor Feng, yo, Xu Zijing, por órdenes de mi maestro, he venido a visitar al Señor Feng —el sonido se transmitía desde la distancia, en marcado contraste con Dragon Zhi, quien había llevado directamente a la gente a la entrada del lugar.
