Al ver a Su Chengyu asustado por sus palabras, los labios de Feng Jie Yu se curvaron hacia arriba.
—No te estoy tomando el pelo ya —aseguró con una sonrisa traviesa—. De todas formas, no necesitas estar tan nervioso con la Tía Feng aquí. Antes, tenías que enfrentarte a todo solo, pero recuerda, ahora también tienes ancianos. —Su voz se suavizó con calidez.
Las palabras de Feng Jie Yu una vez más calentaron el corazón de Su Chengyu. Asintió vigorosamente y la ansiedad que había estado colgando en su corazón finalmente se alivió un poco.
—Gracias, Tía Feng —dijo con genuina gratitud.
Al mirar a Su Chengyu, que no mostraba signos de arrogancia por ser consentido, una sonrisa satisfecha se extendió por la cara de Feng Jie Yu, la cual apenas podía ocultar.
Aunque sus palabras anteriores habían estado medio en broma, de ninguna manera eran triviales.