Inseguro de cuánto tiempo había estado corriendo, Ren Feifan finalmente se dio cuenta de que había sido un tonto. La gente a la que seguía debía haber huido en coche. ¡No importaba cuán rápido corriera, aun con la ayuda del Qi Verdadero, no podía alcanzar un coche en marcha!
Justo cuando Ren Feifan se sentía frustrado, Xu Zhengyu pasó casualmente en un coche deportivo. Al ver a Ren Feifan, exclamó emocionado:
—¡Maestro, qué coincidencia!
Esperaba que Ren Feifan al menos lo saludara, pero en el siguiente momento, ¡se quedó sorprendido!
Los ojos de Ren Feifan ardían de furia. Con una intención asesina, se lanzó hacia Xu Zhengyu, quien fue totalmente tomado por sorpresa y se encontró arrojado a un lado por Ren Feifan.
—¡Necesito tomar prestado tu coche! —gritó Ren Feifan—. ¡Me ocuparé de ese problema del Asia del Sudeste!
En el siguiente segundo, Ren Feifan aceleró en el coche deportivo, dejando un rastro de polvo detrás de él.