—Estás pensando demasiado. Si quiero irme, nadie bajo los cielos puede detenerme.
Ren Feifan se mantenía erguido, como una montaña firme e inquebrantable, pues no tenía nada que temer.
Su mirada recorrió a los hombres de mediana edad y al viejo Conde. Aunque estos individuos eran fuertes, aún tenían que medir sus posibilidades de detenerlo.
Era momento de usar algunas de sus cartas bajo la manga.
Definitivamente no usaría la imagen fantasma del artefacto; era su mayor medio para preservar su vida, y no la usaría a menos que fuera absolutamente necesario.
Pero si realmente no podía superar a sus oponentes en batalla, usar el poder de un Fisionomista de Séptimo Rango seguía siendo una opción.
O quizás podría intentar la fuerza de la esencia de sangre del Dios Dragón.
Habiendo pensado en todo, Ren Feifan ya no tenía miedo y mantenía su cabeza alta y el pecho erguido.