—¡El coche de Ren Feifan destacaba como un pulgar dolorido en la autopista! —exclamó alguien.
—¡Era como un fantasma! —comentó otro.
Conducía tan rápido, excediendo el límite de velocidad en un 50%, que si tuviera licencia, seguramente ya se la habrían revocado.
En ese momento, Su Mohan notó que dos otros coches los alcanzaban. Estos coches estaban claramente modificados. Eran rápidos y los motores rugían con fuerza.
—¡Los conductores de estos coches eran famosos corredores callejeros de la provincia de Jiangnan! —señaló Su Mohan.
Tenían un agudo sentido de la velocidad.
Ren Feifan conducía tan rápido frente a ellos que lo tomaron como una provocación directa, una flagrante.
—¿Podrían estos jóvenes maestros mimados tolerar tal desafío? —se preguntaba uno de los perseguidores.
—¡Por supuesto que no! —afirmaron al unísono.
Rápidamente, revolucionaron sus motores, persiguiendo el discreto coche doméstico de Ren Feifan.