—Zhang Jingsong estaba en pánico, apuntó urgentemente su arma a Ren Feifan y comenzó a llamar refuerzos con su radio —sospechoso localizado, estoy a trescientos metros al noroeste.
—Estás acabado, ¿te atreves a golpearme?, ¿sabes quién soy? —Zhang Jingsong llamó refuerzos y luego respiró hondo, su voz llena de confianza.
—No me importa quién seas, ni me digas quién es tu padre tampoco, incluso si tu padre resultara ser el Rey del Cielo mismo, yo, Ren Feifan, ¡todavía te golpearé! Además, no puedes ser un policía de verdad, ¿verdad? Conozco a algunos policías y ninguno de ellos es como tú.
Ren Feifan lo abofeteó de nuevo y esta vez, Zhang Jingsong estaba realmente asustado.
—¡Ah! —gritó Zhang Jingsong—. Luego amenazó:
—¡Estás muerto! ¡Mi padre te va a encerrar, te voy a matar!
Al momento siguiente, su mano estaba vacía y de repente sintió el frío y duro cañón de un arma contra su frente.