Pronto, el avión llegó a la Ciudad de Kun, capital de la Provincia de Yunnan. Mirando el cielo bañado por el sol, Pedro también sintió que su sangre hervía de emoción. En efecto, la calidad del aire aquí era excepcional, rebosante de vitalidad y esplendor por todas partes.
Lo que dejó a Pedro sin palabras fue ver a las tres chicas interactuar como buenas amigas, sumidas en sus conversaciones privadas.
—¡Esta camaradería femenina realmente me desconcierta! —pensó Pedro.
Al ver a las dos jefas absortas en su propia charla, Pedro se sintió como un soltero.
Encogiéndose de hombros, Pedro decidió seguirles el rollo, ocasionalmente mirando alrededor.
En la salida, Pedro avistó rápidamente a dos fornidos extranjeros con gafas de sol esperando.
En el momento en que notaron a Emery Robertson, su escrutinio se posó sobre Pedro y su grupo.
—Mi gente está aquí —dijo Emery.
Emery regaló una sonrisa al grupo de Pedro y luego dijo: