—¡Qué demonios... Mierda... Te atreves a golpearme, te mataré! —apretó los dientes Kuzugawa Okamoto.
William Cole se acercó, lanzó una patada y destrozó los dientes de Kuzugawa Okamoto —¿Qué crees que es este lugar? Aún no puedes ver claramente la situación, pero gritas y chillas, criatura ignorante.
—¡Tú!
—Con dolor, Kuzugawa Okamoto mostró sus dientes en una mueca, pareciendo un perro sin dientes, aullando locamente.
Otra patada de William Cole aterrizó en su pecho, casi dejando sin aire a Kuzugawa Okamoto.
Al ver esto, Kobe Naiko gritó en voz baja —Sr. Okamoto, no hable más. Cuando estás bajo el techo de alguien, tienes que agachar la cabeza. Hablar menos no te hará daño.
Finalmente, Kuzugawa Okamoto se calló, pero sus ojos estaban llenos de resentimiento, y espuma de sangre salió de su boca mientras emitía un sonido ronco y gutural como el de una bestia salvaje gritando.