Las enfermeras trajeron rápidamente las camillas y transportaron a las tres mujeres de vuelta al hospital.
La mujer maliciosa, empapada en sangre, con un brazo roto y un muslo peligrosamente torcido, suplicaba con la mirada:
—Doctor, sálvame, sálvame. ¡No quiero morir todavía!
Miró hacia atrás hacia otra camilla. La mujer con heridas faciales había sido declarada muerta en el lugar, y su cuerpo estaba cubierto con una sábana blanca.
La otra mujer, una señora mayor que había sido atropellada por una rueda, ofrecía un espectáculo horroroso. Su muslo estaba completamente aplastado, probablemente requiriendo amputación.
—¡Sollozo... No quiero morir! —La mujer con la pierna rota gritaba y lloraba, su fuerza agotada, apenas consciente debido al dolor intenso.
Ruth Amanecer se encontraba a un lado, sintiendo un sentido de placer mientras observaba esta escena desarrollarse.