Todos albergaban dudas, pero acabando de ver a William Cole salvar a la princesa de Indonesia, instintivamente obedecieron y se alejaron de la cama.
William Cole se quedó allí parado, sosteniendo una aguja de plata, observando todo tranquilamente.
Cinco minutos pasaron, y no hubo ningún cambio en la habitación del enfermo.
La princesa indonesia aún yacía en un sueño profundo.
Algunos se impacientaban y comenzaron a murmurar:
—¿Qué está pasando?
—No hay movimiento alguno.
—¿Es ineficaz? ¿Nos está jugando una broma?
—Quizás sea así...
Todos susurraban entre sí.
Sin embargo, sus murmullos hicieron que William Cole frunciera el ceño y ordenara en voz alta:
—¡Silencio!
El Director Patton también advirtió con severidad:
—Dejen de especular. Solo esperen pacientemente.
Los médicos a regañadientes dejaron de hablar, y pasaron unos minutos más.