La mujer en la habitación privada tenía las mejillas pintadas y estaba acostada en el sofá borracha.
Uno de sus tacones altos había caído al lado del sofá; el otro seguía en su pie.
Había algunos agujeros en las medias de su pantorrilla, presumiblemente rasgadas por el hombre que estaba delante.
Doolle sostenía una copa de vino tinto en su mano, ya se había quitado la camisa, revelando su pecho firme y piel de tono cobrizo; llevaba puestos unos calzoncillos tipo bóxer.
Estaba de pie frente al sofá, mirando hacia abajo a la mujer frente a él, lamiéndose los labios.
—¡Estás coqueteando con la muerte! —exclamó William Cole, mientras irrumpía y lanzaba un puñetazo a Doolle.
Tomado por sorpresa por una intrusión inesperada, sumado al consumo excesivo de alcohol y su estado de ebriedad, Doolle no pudo esquivar el golpe de William.
—¡Bang! —Doolle sintió dolor al caer al suelo; William le había noqueado tres dientes.