Jude Kramer era amable, su rostro lleno de sonrisas.
Parecía un espadachín, orgulloso y solo entre la tierra y el cielo, libre y sin restricciones. Era completamente diferente del brutal y frío Jude Kramer del pasado.
Hazel Kramer incluso tuvo una ilusión: el anterior Jude Kramer no era su verdadero rostro, el Jude Kramer de hoy era su auténtico yo.
Si esto era cierto, era demasiado aterrador.
Jude Kramer se había ocultado demasiado profundamente.
—Tío, ¿todavía practicas caligrafía? —preguntó Hazel Kramer con una sonrisa.
—De niño, me encantaba verte escribir. Eras tan impresionante entonces, tu caligrafía era excelente.
—Recuerdo que una vez me dijiste que escribir podía cultivar el carácter moral de uno, y que la letra de uno es reflejo de su personalidad.
Hazel Kramer echó un vistazo a la caligrafía sobre el escritorio:
—Pero Tío, tu personalidad actual no coincide con tu letra, ¿verdad?
—¿Oh? —Jude Kramer rió entre dientes.
Hazel Kramer levantó una ceja: