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La última frase resonó en la habitación.
Ruth Amanecer se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la puerta.
La mente de William Cole estaba retumbando, levantó la cabeza y gritó con todas sus fuerzas —¡Ruth Amanecer!
La pequeña figura de Ruth Amanecer se detuvo en seco.
En sus recuerdos, William nunca le había gritado antes.
Durante los tres años de su matrimonio, William siempre había sido complaciente con cada uno de sus caprichos, nunca había siquiera alzado la voz.
—Tú... —Ruth Amanecer se volvió sorprendida.
Los ojos de William estaban inyectados en sangre —¿Cuándo has mirado realmente hacia mí?
—Te dejaba en el trabajo, te recogía del trabajo.
—Sé que en tus ojos, solo soy un yerno, ¡un desecho!
—¡No soy un don nadie!
—Pero como hombre, también tengo dignidad. No importa que me malinterpretes, ¡pero no puedes menospreciarme! ¡No puedes despreciarme!
—¿Quieres un divorcio, verdad? —William continuó.
—¡Bien!