Dave golpeó su mano en la mesa, su voz retumbando como un trueno mientras rugía a Basil Jaak.
La atmósfera en el salón de repente se tensó como espadas desenvainadas.
Qin Xue, que había estado en silencio hasta entonces, observaba cómo Basil Jaak y Dave chocaban, con los labios apretados por la inmensa nerviosidad.
Ella había escuchado que Dave tenía influencia tanto en el mundo subterráneo como en el legítimo. Le preocupaba que Basil Jaak pudiera sufrir represalias de Dave, especialmente porque justo anteayer, Basil Jaak había comprado una casa para ayudarla, dejándole una impresión muy positiva.
—Oh, ¿dices que ni siquiera puedo salir de aquí? ¡Qué palabras tan grandes! —espetó fríamente Basil Jaak.
Dave, como su nombre sugería, era arrogante y tiránico. Era un hombre corpulento pero tenía ojos pequeños como granos de mungo, que miraban fijamente a Basil Jaak, pareciendo algo fuera de lugar.