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Mientras todos miraban a Basil Jaak como si estuvieran viendo a algún tipo de monstruo, el hombre calvo lanzó rápidamente otro ataque, lanzando un puñetazo hacia el abdomen de Jaak. Comparado con su primer golpe, el calvo estaba convencido de que la velocidad y la fuerza de este puñetazo habían superado las de un coche acelerando en una autopista, capaces de derribar a un caballo.
Sin embargo, cuando su puño golpeó la barriga de Basil Jaak, no obtuvo la satisfacción de vencer a su oponente con un solo golpe. En cambio, se sintió como si su puñetazo hubiera golpeado agua. Podía sentir una inmensa fuerza de rebote volviendo hacia él como un alud.
—¡Crack! —oyó un sonido claro en su oído, lo que le hizo cerrar los ojos en desesperación. Sabía que el sonido no era otro que el chasquido de su propio brazo rompiéndose.
El intenso dolor y la sorpresa desgarraron su confianza y un sudor frío empezó a salir de su frente. Incluso el duro hombre calvo no pudo evitar gruñir de agonía.