Audrey se subió al coche, ya no contenía la risa y mientras luchaba por suprimirla, se volvió hacia Amanda, preguntando —Señorita Amanda, ¿no está molesta, verdad?
Amanda negó con la cabeza —Solo fui a la cita a ciegas con Abner porque no podía desobedecer a mi madre. En verdad, no tengo nada que ver con él. Así que, no, no estaría molesta por él—. Echó un vistazo rápido a Basil Jaak en el asiento del conductor, aliviada de que él no pareciera ofenderse por su comentario dirigido.
Audrey tomó la mano de Amanda y rió entre dientes —Señorita Amanda, en realidad...
—Simplemente llámame Amanda o como sea por mi nombre.
Amanda, no te rías de mí, pero creo que soy buena leyendo a las personas. Ese Abner es todo ladrido y nada de mordida, un parásito total, alimentado por la riqueza de su familia, no es realmente un soltero codiciado —dijo Audrey seriamente.