—No hay necesidad de decirle a mi papá sobre esto; ¡puedo tomar la decisión yo mismo!
—Hoy, Chen Yingxue, yo, Murong Feng, he garantizado tu seguridad!
Después de hablar, caminó hacia Chen Yingxue como un dragón y un tigre.
Chen Yingxue finalmente respiró aliviada, estaba salvada al fin. Con Murong Feng, un General Divino de tres estrellas del Departamento de Guerra, presente, creía que Lin Dong no se atrevería a tocarla.
Sin embargo, en ese momento, Lin Dong se burló:
—¿Quién te dio permiso para llevártela?
—¡Boom!
Tan pronto como cayeron las palabras, Lin Dong hizo su movimiento directamente.
Un aliento aterrador pesaba sobre los hombros de Murong, impidiéndole moverse.
—¿Tú? ¿Te atreves a ponerme una mano encima? Yo soy un General Divino de tres estrellas del Departamento de Guerra... ¡Ah...
Antes de que pudiera terminar su frase, Lin Dong ya había tomado medidas.
Hoy, nadie podía salvar a Chen Yingxue.
