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—Maestro Hong, ¿cuál es la situación aquí? —preguntó aterrorizada Chu Lan.
Maestro Hong la ignoró y sacó un frasco de su pecho.
Dentro del frasco había algunos capullos de insecto.
—¡Abre la boca! —El tono de Maestro Hong seguía siendo increíblemente suave—. Querías realizar un ritual, ¿verdad? Lo haré por ti ahora mismo. Come estos, quédate aquí siete días y siete noches, y todo lo que quieras se hará realidad.
Al oír esto, Chu Lan apretó los dientes, pensando que si podía hacerse famosa, comer algunos capullos de insecto no era nada.
Así que, obediente, abrió la boca.
Maestro Hong vertió bruscamente los capullos del frasco en su boca, obligándola a tragarlos.
Un momento después, el estómago de Chu Lan comenzó a doler violentamente.
—Ah... Maestro Hong, ¿qué me has dado de comer, duele tanto, me duele mucho el estómago! —Sin embargo, el Maestro Hong no le prestó atención y la metió en un frasco de vidrio para luego salir del sótano de un golpe con su manga.
