Lin Dong miró a la Hermana Hong arrodillada en el suelo y dijo riendo:
—Hermana Hong, ¿de qué estás hablando? ¿No habíamos acordado antes? Yo te ayudo a tomar el poder, reemplazando a Lin Hu.
—Después, sigues mis órdenes. ¿Por qué iba a matarte?
Al ver la sonrisa de Lin Dong, Hermana Hong sintió un escalofrío en la espina dorsal.
Pero al mismo tiempo, sus palabras también la aliviaron.
Ella rápidamente reafirmó su lealtad:
—Doctor Divino Lin, descansa tranquilo, te obedeceré definitivamente. Lo que me pidas hacer, lo haré, sin pensarlo dos veces.
Lin Dong asintió y, después de ordenar todo, dijo:
—Está bien, a partir de ahora, te lo dejo a ti.
Hermana Hong asintió.
Después de prepararlo todo, Hermana Hong corrió repentinamente hacia la puerta del cuarto privado, la abrió de golpe y gritó:
—¡Alguien, vengan rápido...!
—¡Maestro Tigre... Maestro Tigre ha muerto!
Cuando este grito sonó, la gente comenzó inmediatamente a apresurarse a llegar.