Lin Dong estaba a punto de decirles que él era el Dios de la Guerra en funciones.
Sin embargo, en ese momento, el teléfono de Gu Lingfei sonó.
Gu Lingfei sacó su teléfono y miró el identificador de llamadas, luego frunció el ceño.
Al ver esto, Tang Han no pudo evitar preguntar —Lingfei, ¿quién es? ¿Podría ser ese Zhao Kuo de nuevo?
—Sí —dijo Gu Lingfei con resignación—, esbozando una sonrisa forzada.
—Ese Zhao Kuo es tan molesto ahora. Hermana Lingfei, ¿no lo has rechazado claramente ya? ¿Por qué sigue acosándote? —dijo Tang Han, exasperada.
Gu Lingfei se sentía impotente —Es realmente molesto. Nunca tuve ese tipo de sentimientos hacia él; a lo mucho, lo consideraba un amigo.
—Además, desde que estudió en el extranjero, apenas si quiero ser su amiga. Pero el problema es que nuestras familias tienen conexiones, y no es como si pudiera cortarle completamente.
Tang Han también suspiró profundamente.
