—Mamá, mira las montañas. ¿No es hermoso?
La montaña de la que hablaba Denzel no era la que tenían delante, sino la que había pintado en su tablero de pintura. Pintó las montañas tal como las había visto para impresionar a su madre.
Para entonces, Denzel ya era un adolescente y además un guerrero fuerte, pero estar con su madre siempre era como estar con Luna Fernanda. No le importaba actuar como un niño y mostrarse vulnerable para disfrutar de la seguridad y el amor de su madre.
Como era de esperar, su madre quedó impresionada con su pintura. Estaba tan bien hecha que si no fuera porque estaba en papel, uno habría pensado que realmente era lo que tenían delante. —Zel, tú pintas bien.
Denzel no estaba satisfecho con su nivel de creatividad. Solo le llegaba en cuanto a cosas pero no en personalidad. Había cosas que no podía pintar bien, por más que lo intentara.