—¿Denver? —Luz de Luna no podía creerlo cuando Denver se puso de pie y desafió a su padre con la mirada. Sabía que el Alfa Denzel en efecto le habría clavado un puñal en el corazón, forzándolo a salir de su disfraz.
—¿Desde cuándo estás curado? —Denzel preguntó, con un torbellino de emociones pasando por él.
Escuchando todos esos informes, la única persona que le venía a la mente era Denver. Deseaba haber hecho esto la última vez que se encontraron los Wendigos, pero desde entonces nada había sucedido, permitiéndoles disfrutar de mucha paz.
—Tres semanas después del incidente, conseguí a mi lobo y él me curó —respondió Denver con desenfado—. Luz de Luna sintió flaquear sus rodillas.
Todo este tiempo, Denver estaba fingiendo. Era justo como Raven había dicho, el resto dependía de él. ¿Cómo no lo notó? Denver nunca se movía, ¿o estaba equivocada?
—Cuando tuve mi primer cambio, vi a esos Wendigos. Disfruté matándolos —dijo sin remordimientos.