El terror se reflejó en sus rostros mientras observaban a los intrusos. La situación no pintaba bien, y no había esperanza de que alguien pudiera enfrentarse a estas criaturas.
Habían sido mencionados en la historia de los hombres lobo con imágenes, pero ninguno de los presentes los había visto en persona como lo estaban haciendo ahora.
El corazón de Luna Fernanda se hundió en su estómago, pero su atención se dirigió hacia las mujeres, especialmente las embarazadas.
Estas criaturas no dañarían a los niños, pero los ancianos no estaban exentos, lo que lo hacía precario.
—Todas las mujeres embarazadas, corran a un lugar seguro. Los guerreros les guiarán a la casa segura —dijo a través del micrófono que tomó del maestro de ceremonias.
Algunos de los miembros de la manada e invitados comenzaron a hacer lo que se les dijo, pero Adira no podía aceptarlo. Necesitaban todas las fuerzas para enfrentar a este enemigo, y ella no era una cobarde. Nunca lo fue, nunca lo será.