—Alicia, ¿nos van a matar? —preguntó una de las niñas, con el miedo evidente en sus ojos mientras los sonidos de la guerra les rodeaban.
Alicia tampoco disfrutaba de estos momentos, pero en unos meses cumpliría dieciocho años, adquiriría su lobo y eventualmente encontraría a su pareja.
Cuando eso sucediera, tendría sus propios hijos y necesitaría consolarlos en momentos como este.
Dejando a un lado sus miedos, se puso una sonrisa tranquilizadora y comenzó a asegurar a los niños bajo su cuidado.
—No, nuestros guerreros son hábiles. Nos protegerán de los enemigos.
En ausencia del Alfa, la mayoría de las personas pierden la esperanza, y estos niños no eran la excepción. Los Alfas y las Lunas siempre fueron símbolos de esperanza para la manada.
—El Alfa no está aquí. ¿Y si pierdo a mi papá? —preguntó uno de los niños, dejando a Alicia sintiéndose impotente. Ella había experimentado una pérdida similar cuando sus padres murieron en una guerra orquestada por fuerzas sobrenaturales.