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El cuerpo del Alfa Denzel estaba tan cerca del suyo, pero ella estaba contenta de que él llevara camisa. Sus labios estaban a solo centímetros de sus oídos, su cálido aliento abanicándolos.
—Primero que nada, si me llamas Alfa otra vez, te abriré las piernas y te comeré el coño en crudo —su voz aterciopelada llevaba una ola de seducción que la hacía retorcerse mientras instintivamente apretaba sus muslos fuertemente para proteger su inocente coño.
Sus mejillas estaban teñidas de rojo, mostrando una inocencia en ella que el Alfa Denzel encontraba irresistible. Ella cerró sus ojos, incapaz de sostener su mirada, pero eso solo lo volvía más loco.
Se sentía bien no intentar ocultarle sus sentimientos más. Permitió, por primera vez, que sus deseos carnales tomaran el control.