No solo él, sino también Lin Xinxin.
Entraron juntos, uno tan noble como un príncipe y la otra tan elegante y bonita como una princesa. En resumen, parecían un niño dorado y una niña de jade bañados en el resplandor de su brillantez.
Al verlos, Qiao Ning sintió un pinchazo repentino en los ojos.
Sin embargo, fue solo un reflejo momentáneo. ¡Rápidamente se recompuso!
Y ahí estaba ella, humilde e insignificante, aún incapaz de enfrentarlos con calma.
Chai Xiyang y Lin Xinxin se sorprendieron ambos al ver a Qiao Ning.
Especialmente Chai Xiyang, que se detuvo notablemente, luego sus ojos se tornaron completamente negros, inescrutables.
—¿Qiao... Señorita Qiao? —preguntó Lin Xinxin, claramente incrédula.
Qiao Ning asintió con calma, pero no pudo pronunciar ni una sola palabra.
—¿Señorita Qiao, de verdad eres tú? ¿Te han liberado? —preguntó Lin Xinxin, aún más sorprendida.