Hai Xiaotang los vio de inmediato.
Los dos pequeños traviesos también la vieron.
Instantáneamente dejaron su formación, corriendo hacia ella bajo la luz del sol, sus lindas y bonitas caritas desbordantes de brillantes sonrisas.
—¡Mami! —exclamaron entusiasmados.
—¡Mami!
Cada uno de los pequeñuelos se aferró a una de sus piernas, abrazándola cariñosamente, mientras parloteaban sin parar.
—Mami, hoy nuestra profesora nos llevó a ver tiburones... —Esta era la voz de su hijo mayor, Haohao.
—Mami, hoy la profesora nos dio paletas, pero se me cayó la mía —Esta era la voz de su hijo menor, Chenchen.
Haohao inmediatamente lo delató:
—Mami, Chenchen está mintiendo, se comió su paleta.
Atrapado, los ojos de Chenchen titilaron:
—Pero la de Haohao era de sabor a plátano, yo quería comer una de plátano.
—La mía era de sabor a piña...