El corazón de Qiao Ning latía con fuerza mientras tomaba un bocado, encontrando el camote increíblemente dulce.
¡Era simplemente el camote más sabroso que había probado jamás!
Chai Xiyang sonrió y preguntó:
—¿Está bueno?
—¡Sí, está delicioso! —Qiao Ning asintió entusiasmadamente, sonriendo radiante—. Hermano mayor, tú también deberías comer, sabe justo como cuando éramos niños.
Cuando eran niños, en las noches de invierno, Chai Xiyang a veces la llevaba a comprar camotes asados.
En aquel entonces, los dos compartían un enorme camote, turnándose para morderlo, siempre saboreando su dulzura.
En el corazón de Qiao Ning en aquel tiempo, el camote asado era la cosa más deliciosa del mundo.
Ahora, había encontrado esa sensación de nuevo...
Chai Xiyang dio un bocado, pero no se sintió igual.
Qiao Ning preguntó con expectación:
—¿Está bueno?
—Muy bueno. —Chai Xiyang sonrió, y luego extendió la mano, limpiando suavemente el camote en la esquina de la boca de Qiao Ning.