—¡Siempre me ha amado a mí y nunca le has gustado! Eres cruel y fea en tu corazón, ningún hombre te querría jamás! Morirás sin amor, viviendo tu vida en un lodo... —Duanmu Qiong, con el rostro ya retorcido de ira, le disparó otro tiro.
He Meilian se estremeció de dolor y su cuerpo cayó al suelo con un golpe sordo.
Duanmu Qiong estalló en carcajadas otra vez, riendo a carcajadas, como si hubiera ganado el mundo entero.
La emoción de la venganza la cegaba ante todo lo demás, dejándola reírse de Dongfang Zujie y He Meilian que aún no habían exhalado su último suspiro.
—Dongfang Zujie, He Meilian, por la humillación que me infligieron, ¿no están ahora muriendo por mi mano? Han disfrutado por más de 20 años, he soportado humillación por más de 20 años, he tramado por más de 20 años, ¡todo para matarlos personalmente! No, fue para que mi hijo Henhen los matara... —Duanmu Qiong, pensando en algo, puso una sonrisa siniestra y ordenó a Dongfang Hen:
