—Ves, él sabía que ella lo estaba castigando.
Dongfang Yu se reclinaba perezosamente en el sofá, sus ojos profundos apenas entrecerrados, su tono desafiante:
—Habla, ¿qué hice mal? Si no hablas, ¡perderás tu oportunidad de hacerlo!
Siempre es así: se comporta como un señor incluso cuando comete errores.
Como si darle la oportunidad de expresarse se sintiera como una caridad.
Bien, ya que él se comporta de esa manera, ¡ella dejará de ser cortés!
Hai Xiaotang soltó el durian, resoplando fríamente:
—¿Tienes o no tienes a otra mujer?
Los ojos de Dongfang Yu se inmovilizaron ligeramente, volviéndose peligrosos:
—¿Yo tengo a una mujer? ¿Qué quieres decir?
—Exactamente lo que suena. Dongfang Yu, no pienses que puedes ocultármelo. ¡Hay algo sospechoso entre tú y otras mujeres! —Hai Xiaotang se sintió injustamente tratada por alguna razón—. ¿Crees que escondiéndomelo, no lo voy a saber? ¡Déjame decirte, si no quieres que nadie lo sepa, no lo hagas!
