Download Chereads APP
Chereads App StoreGoogle Play
Chereads

El Camino Hasta la Cima

🇦🇷Alan_Nahuel_Morel
--
chs / week
--
NOT RATINGS
1k
Views
Synopsis
En un mundo donde el destino de cada ser está entrelazado con las artes marciales, Xiaolong era un joven cuyo nombre era sinónimo de desesperanza. Su talento inexistente y su humilde origen le cerraban todas las puertas del camino marcial, llevándolo a una resignación silenciosa… hasta que el destino, caprichoso y voluble, decidió otorgarle una segunda oportunidad. Un giro del cosmos que marcó el inicio de una transformación sin precedentes. Con una nueva vida ante él, Xiaolong se embarcó en un viaje para reclamar su lugar entre los cultivadores, aquellos seres de poder inimaginable. Su sueño renacido lo impulsaba hacia la cúspide de las artes marciales, un reino reservado solo para los más fuertes, los más valientes, los verdaderos maestros del Qi. A lo largo de su odisea, Xiaolong forjó lazos de camaradería y enfrentó la traición, descubrió el amor en sus múltiples formas y desentrañó misterios que desafiaban la comprensión. Cada paso estaba plagado de desafíos, cada victoria tenía su precio, y cada revelación lo acercaba más a su destino. Desafiar al orden establecido no estaba exento de riesgos, y Xiaolong se vio obligado a superar pruebas que medían la fortaleza de su voluntad y la profundidad de su corazón. Solo así podría alcanzar lo inalcanzable, y cuando lo hiciera, el mundo se postraría a sus pies. Con el poder de desviar el curso de los ríos, fracturar montañas y sacudir los cimientos de la tierra, él redefiniría lo posible. Esta es la saga de Xiaolong, la crónica de un ascenso desde el olvido hasta la cumbre del mundo marcial, una leyenda que se extenderá a través de los siglos. ¡De la nada a la gloria, hasta la cima del mundo de las artes marciales!
VIEW MORE

Chapter 1 - Capitulo 01: Hace Catorce Años

Hace catorce años, en la majestuosa Cordillera Tian, bajo el cielo de la dinastía Han, se congregaron las figuras más imponentes del mundo marcial. Los quince Antecesores, cada uno un pilar de poder y prestigio, se alzaban sobre el pico más elevado, un coloso que rozaba los cielos con sus diecisiete kilómetros de altitud. A pesar del frío que podría congelar la sangre y la altura que desafiaba al mismo cielo, la serenidad de sus semblante era tal que parecían estatuas de jade, inmóviles y eternas, intercambiando miradas cargadas de historias no contadas.

— ¡Viejo Han! —

La armonía del silencio se rompió con la llegada de una voz femenina, un canto que descendía de los cielos. Todos dirigieron su atención hacia la fuente de aquel llamado, donde se reveló la presencia de una dama cuya belleza era un reflejo del esplendor de la naturaleza misma. Su cabello y ojos brillaban con el verde profundo de la esmeralda, y sus ropajes no hacían más que acentuar la perfección de su figura esculpida por los mismísimos dioses. Su andar por el firmamento era la encarnación de la gracia, y aquellos que la observaban no podían más que rendirse ante la magnificencia que emanaba de su ser.

Las miradas que se posaban sobre ella eran un mosaico de asombro y veneración, pues aunque su apariencia era la de una flor celestial, estaba claro que cada pétalo estaba protegido por espinas de acero.

— Señorita Luxia, sea bienvenida de nuevo — respondió el llamado Viejo Han, uniendo sus manos en un gesto de profundo respeto.

El anciano, ataviado en una túnica blanca y con una barba cenicienta que fluía como un río hasta su pecho, inclinó su cabeza ante la joven. A su lado, un hombre de apariencia juvenil, que no aparentaba más de cincuenta años pero cuya vida había visto pasar más de nueve décadas, también se postró con reverencia.

En un acto de respeto unánime, todos los presentes se inclinaron ante la dama, pero ninguno osó romper el silencio con palabras, pues su presencia comandaba tanto admiración como cautela.

— Tranquilos, no hay que ser tan formales — dijo Luxia con una sonrisa, descendiendo al pico nevado como una flor que se posa suavemente sobre la nieve. Sus risas, como campanillas al viento, disiparon la rigidez del ambiente.

Las sonrisas forzadas florecieron en los rostros de los presentes, mientras Luxia, con la gracia de una garza, posaba su mirada sobre cada uno de los veintinueve líderes y sus fieles seguidores. Pero su intuición, aguda como la espada de un espadachín, percibió una ausencia. Treinta debían ser, y treinta no eran. Su atención se centró en Shin Lao, la mano derecha del maestro de la secta Dragón Negro Primordial, quien se encontraba solo.

— ¿Dónde se encuentra la Antecesora Xia? — preguntó Luxia, acercándose a Shin Lao con la suavidad de una brisa primaveral.

— La maestra… su llama vital se debilita, y el final de su camino se vislumbra. Me envió en su lugar, con disculpas por no poder asistir — la voz de Shin Lao tembló, cargada de un dolor que amenazaba con desbordarse en lágrimas.

Luxia exhaló un suspiro que parecía cargar el peso de los años, la Antecesora Xia había sido su guía, la artífice de la mujer que ahora era.

— No hay nada que perdonar… — dijo Luxia, colocando una mano sobre el hombro de Shin Lao en un gesto de consuelo. En su otra mano, como por arte de magia, apareció una botella, un elixir que prometía esperanza.

En el corazón de la botella reposaba un elixir de Sangre del Fénix, su brillo carmesí era como el amanecer que rompe la oscuridad de la noche. Un tesoro tan raro que su mera existencia era un mito en la Dinastía Han.

— Que los vientos celestiales guíen su recuperación. Quizás los hilos del destino nos entrelacen una vez más — dijo Luxia, su sonrisa era un faro de esperanza en la inmensidad del pico nevado.

La visión del frasco provocó un torbellino de envidia entre los presentes, pues la Sangre del Fénix prometía renacimiento: un cuerpo forjado de nuevo, vigorizado y rejuvenecido, capaz de cerrar incluso las heridas más profundas. Era, en esencia, una poción de leyendas antiguas.

Kang Feng, el Antecesor de la Secta Espada Santa, avanzó con una timidez que contrastaba con su estatura titánica.

— Señorita Luxia, disculpe mi atrevimiento, pero ¿cuál es el propósito de reunirnos? — preguntó, su juventud evidente en el lustroso cabello negro azabache que no conocía la marca del tiempo.

— Ah, venerable Feng, la paciencia nunca fue tu fuerte... — respondió Luxia, asintiendo con una carjada suave.

— La respuesta es sencilla. Como bien saben, nuestro Imperio Grito del Fénix extiende sus alas más allá de los confines conocidos, forjando alianzas con linajes de poder incalculable en otros mundos… — La seriedad de Luxia era un presagio, y el aire se cargó con la promesa de revelaciones que podrían cambiar el destino de todos.

En la inmensidad de un cosmos vibrante y diverso, los cielos, en su sabiduría infinita, tejieron el universo en cinco estratos, conocidos como Superficies Mundiales. Cada uno, separado por barreras invisibles, era un dominio distinto, un reino de poder y misterio.

Superficie Mundial Baja: Aquí, el ochenta por ciento de sus habitantes son mortales comunes, y el Poder Espiritual es una brisa tan tenue que apenas se percibe.

Superficie Mundial Media: En este equilibrio de fuerzas, donde el sesenta por ciento son cultivadores, el Poder Espiritual fluye con mayor libertad. La Dinastía Han y el Imperio Grito del Fenix se erigen en la Superficie Mundial Cang, un continente de equilibrio y oportunidad.

Superficie Mundial Alta: Dominada por cultivadores, noventa de cada cien seres son maestros del Qi, y el Poder Espiritual es un río caudaloso que inunda cada rincón.Superficie Mundial Divina: Un santuario donde todos son cultivadores, y el Poder Espiritual es un océano vasto y profundo, de una calidad que trasciende lo imaginable.

Vacío Existencial o Espacio del Samsara: Un abismo de frío eterno, hogar de rocas dispersas donde residen seres de cultivo supremo y laboratorios de sabios. Más allá de esto se encuentran las estrellas y constelaciones que son oráculos celestiales, susurrando presagios del destino de imperios y de los talentos más excepcionales.

La esencia que diferencia cada Superficie Mundial es la abundancia del Poder Espiritual, la fuerza vital que impregna el universo, otorgando a los cultivadores el poder de desafiar los cielos. Todo está imbuido de esta energía divina: desde los ríos y mares hasta las plantas y animales; desde la tierra y los minerales hasta el cielo y las estrellas; su cantidad y pureza dictan el destino de todos los seres.

— Una advertencia ha llegado desde el Reino de los Misterios Celestiales — comenzó Luxia, su voz resonando con la gravedad de un presagio. Este reino, suspendido en el Vacío Existencial, era un santuario de sabiduría donde los eruditos más ilustres se reunían para desentrañar los enigmas del cosmos.

— Entre las estrellas, una constelación olvidada ha despertado. Los sabios han revelado que este firmamento es el espejo del ciclo vital del Dios Maligno, Qiu Tianlong — continuó, compartiendo el conocimiento impartido por su consorte.

Un manto de silencio cayó sobre la asamblea improvisada, algunos rostros reflejaban escepticismo, mientras otros destellaban con la llama de la curiosidad.

El Dios Maligno o Dios Malvado era una figura envuelta en los velos del mito, una entidad cuya memoria se extendía más allá de los cien mil años de la Dinastía Han, hacia la era dorada de la Superficie Mundial Cang.

Qiu Tianlong, el ser al que se referían como maligno, fue un coloso de la era primigenia, un tiempo en que el Poder Espiritual fluía con tal abundancia que presagiaba la ascensión de la Superficie Mundial a un estrato superior. En aquellos días, el límite del cultivo inmortal se rompió, y los cultivadores trascendieron hacia el reino de los Dioses Marciales. Aunque sus detractores lo tildaron de maligno, en un acto de difamación envenenada, muchos de ellos terminaron postrados, implorando su clemencia. La verdad de su legado era desconocida para la mayoría, que solo veían en él la sombra de un rey demonio. Los textos antiguos narran cómo fue él quien puso fin a la era dorada, extinguiendo el auge del Poder Espiritual.

— ¡Imposible! Él murio hace mucho tiempo... — exclamó la directora de la Academia Cielo Congelado, su voz un eco de terror que se entrelazaba con su vasto conocimiento sobre las leyendas de Qiu Tianlong.

La directora, cuya belleza era una visión de fragilidad en medio del miedo, estaba rodeada de aquellos que anhelaban su compañía, pero las estrictas reglas de su academia eran un muro infranqueable. Su cabello azul claro, piel blanca como la nieve y ojos dorados, junto con su vestimenta cian, la hacían resplandecer con una luz propia, solo eclipsada por la espléndida Luxia.

— Su existencia se ha desvanecido en el tiempo, incluso para un Dios Marcial seria imposible seguir vivo después de tanto tiempo— apoyó su Antecesora con una voz que destilaba calma.

El consenso entre los presentes era palpable; todos compartían la misma incredulidad.

— Es cierto, su cuerpo pereció… — Luxia asintió, su gesto era el de quien acepta un hecho inmutable.

— No obstante, es plausible que un fragmento de su alma haya sobrevivido, oculto en las sombras del tiempo, recuperando lentamente su poder — su tono serio se teñía de una sutil inquietud.

— Aun así, según los augurios, faltan dieciséis años para que su fuerza sea suficiente para empezar a recorrer el mundo de nuevo — las palabras de Luxia trajeron un alivio momentáneo a algunos, pero la brevedad de dieciséis años pesaba como una sentencia.

— ¿Tan solo dieciséis años nos separan de su retorno? — La voz de Qin Wu, el venerable Antecesor del gremio de Herreros y aclamado Herrero Divino, resonó con una mezcla de desesperanza y resolución.

— Así es. Cuando el ciclo se complete, nos reuniremos nuevamente. Si él emerge de las sombras del olvido, su poder no será el mismo que en su apogeo, pero aún así, bastará para amenazar mi existencia — declaró Luxia, la primera dama del Imperio Grito del Fenix, con una calma que desmentía la gravedad de sus palabras.

El imperio se alzaba como la fuerza dominante del continente, con la dinastía Han siguiendo sus pasos. La presencia de Lia Luxia, consorte del emperador Hong Xiuntian y la mujer más poderosa de su tiempo, era un augurio de la seriedad del asunto. Su aparición entre ellos era un milagro, dada la naturaleza celosa y posesiva de su Alteza Celestial, que rara vez permitía que se alejara de su lado.

— Un ser capaz de amenazar a la primera dama… qué entidad tan formidable — pensaron muchos, conscientes de que la verdadera magnitud del poder del Dios Maligno se había perdido en las brumas del tiempo primordial.

— Cuando el momento llegue, yo, Han Shuo, me honraré en prestar mi espada al servicio de las Altezas — afirmó el anciano Han, su voz impregnada de una convicción inquebrantable.

— Eso es lo que esperaba escuchar. Hasta nuestro próximo encuentro… Ah, y para la siguiente reunión, mi esposo nos acompañará — anunció Lia Luxia, elevándose hacia los cielos con la ligereza de una pluma, despidiéndose de la asamblea antes de fundirse con la oscuridad nocturna.

Un suspiro colectivo de alivio y anticipación se esparció entre los presentes. La próxima vez, el emperador Hong Xiuntian estaría con ellos, una perspectiva que infundía tanto nerviosismo como esperanza.

Los minutos se deslizaron como granos de arena en un reloj, y uno a uno, las sombras leales de los Antecesores se dispersaron hacia sus dominios. Algunos buscaban el silencio de la reclusión para elevar su cultivo, mientras que otros optaban por saborear los placeres de su poder. Pronto, el pico se vació, dejando solo a dos figuras: Kang Feng y Han Shuo, el primero el menos experimentado de los maestros, y el segundo, una autoridad solo superada por Lia Luxia y el emperador Hong Xiuntian.

— Maestro Han, ¿Qué planea hacer ahora? — Kang Feng preguntó, su voz teñida de solemnidad y respeto.

— Quizás me pierda en un paseo entre las nubes — Han Shuo respondió, acariciando pensativamente su barba, su tono tan misterioso como el viento que acaricia las montañas.Kang Feng, con el ceño ligeramente fruncido, aceptó la respuesta con un suspiro resignado.

— Que los cielos guíen su regreso para la próxima asamblea... y que sea a tiempo — dijo, consciente de que Han Shuo era tan inasible como el aliento del dragón, apareciendo y desapareciendo a su antojo, un espíritu libre en busca de un discípulo digno o simplemente vagando por el placer de la libertad.

— Eso espero, igualmente no me aventuraré más allá de los confines de nuestra dinastía Han — aseguró Han Shuo, deteniéndose un momento.

— Mis felicitaciones por su avance … ¿ha alcanzado el tercer rango del Reino Rey Inmortal, cierto? — Han Shuo expresó su sorpresa al percibir la fuerza de Kang Feng.

— Cuarto rango — Kang Feng corrigió con un destello de orgullo en su voz.

— Oh… ¿ya? Si en quince años logra ascender al quinto rango, su fuerza será una valiosa aliada en la batalla que se avecina — Han Shuo sonrió con calidez, sintiendo un atisbo de orgullo por el crecimiento de Kang Feng, aunque nunca había sido su mentor directo.

Debido a las palabras de Han Shuo la mirada de Kang Feng brillaba como una estrella en el firmamento y su sonrisa paresia ser un faro de esperanza que iluminaba incluso la más oscura de las noches. La influencia del venerable Han Shuo sobre él era evidente; su respeto y admiración por el maestro eran tan profundos como los océanos.

— El tiempo es como el río que fluye sin cesar, pero espero que nuestras sendas se crucen antes de lo previsto — dijo Han Shuo, su figura comenzando a ascender hacia el cielo como si fuera uno con el viento.

— ¡Hasta entonces, Maestro Han! — Kang Feng exclamó, su risa era el eco de un espíritu indomable.

— En dieciséis años, o quizás antes, joven Feng. Que los cielos guíen tu camino — y con esas palabras, Han Shuo se fundió con la noche, dejando atrás un legado de misterio y una promesa de reencuentro.

En el vasto tapiz del mundo de las artes marciales, cada hilo representa la influencia y el poder de aquellos que se han elevado por encima de los mortales comunes. Aquí, los nombres de los Antecesores resuenan con la fuerza de sus legados:

Han Shuo: La venerable columna de la familia real de la Dinastía Han, cuya sabiduría y poder se extienden como las raíces de un árbol milenario.

Qin Wu: El maestro forjador del Gremio de Forjamos el Destino, conocido como el Herrero Divino, cuyas creaciones son tan legendarias como las estrellas en el cielo.

Mo Tianlin: El astuto líder del Gremio de Comerciantes Dragón de Oro, cuyas riquezas y conexiones comerciales son tan vastas como los océanos.

Xue Gu: El implacable comandante del Gremio de Mercenarios Luna Desolada, cuya luna guía a sus guerreros a través de las sombras de la noche.

Hui Jiao: El patriarca del clan Hu, cuya presencia es tan imponente como la montaña más alta.

Leng Ning: La matriarca del clan Leng, cuya frialdad y belleza son tan afiladas como el hielo eterno.

Dong Suzhu: La líder del clan Dong, cuya inteligencia y astucia fluyen como el río que nunca duerme.

Kang Feng: El joven y prometedor Antecesor de la Secta Espada Santa, cuya espada es tan pura y firme como su espíritu.

Huan Caiyi: La majestuosa Antecesora de la Secta Fénix divino, cuyas alas abrazan el cielo con la promesa de renacimiento.

Fei Yanzi: La directora de la Secta Cielo Congelado, cuya academia es un santuario para las guerreras más fieras y elegantes.

Xia Aiyin: La guardiana de la Secta Dragón Negro Primordial, cuyo linaje es tan antiguo y misterioso como la noche.

Juechen Chen: El sabio Antecesor de la Academia Astro Fogoso, cuyo conocimiento de los astros guía el destino de sus discípulos.

Ye Quianyu: La visionaria Antecesora de la Academia Dragón Azure, cuya sabiduría es tan profunda como el cielo.

Feng Tianwei: El estratega de la Academia Magia&Espada de la Dinastía Han, donde la magia y la espada se entrelazan en un baile de poder.

Huang Ming: La líder del Academia Viento azul, cuya enseñanza es tan revitalizante y cambiante como el viento que lleva su nombre.