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Semidioses en el Ocaso: El Último Aliento

JORDIE_TARRILLO
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Synopsis

Chapter 1 - Capítulo 1: Ecos de Devastación

(15 de abril del 2018)

Lucas caminaba por las calles de una ciudad que parecía más un escenario de película de ciencia ficción que una metrópoli del siglo XXI. Los anuncios en 3D emergían de las paredes de los edificios, ofreciendo desde escapadas virtuales a Marte hasta el último modelo de teléfono inteligente que, según prometían, cambiaría tu vida. Arriba, un enjambre de drones zumbaba en un cielo saturado de neón, repartiendo todo, desde la comida rápida hasta medicamentos recetados.

Aunque los sonidos de la ciudad eran una cacofonía de tonos digitales y conversaciones medio humanas, medio generadas por inteligencia artificial, Lucas se movía en su propio silencio, sus auriculares cancelaban el ruido del mundo exterior mientras se perdía en su última lista de reproducción favorita.

En su espalda, una mochila vibraba con el peso de su laptop, varios cables, y una novela gráfica a medio terminar. Su teléfono en el bolsillo vibraba constantemente con notificaciones, recordatorios de que, aunque físicamente solo, digitalmente estaba más conectado que nunca. Sin embargo, esta conexión era una ilusión; Lucas se sentía más aislado que conectado, navegando por un mundo donde las interacciones cara a cara se habían vuelto obsoletas y algo incómodas.

Al llegar a casa, la fachada del edificio le saludaba con una pantalla táctil que le permitía desbloquear la puerta con un simple escaneo de su rostro. "Bienvenido, Lucas," decía la voz sintética mientras entraba, dejando atrás el bullicio de la ciudad.

Una vez en su habitación, el santuario de su aislamiento juvenil, la verdadera magnitud de su soledad se hacía palpable. Su cuarto estaba abarrotado de tecnología y recuerdos de una vida menos complicada: figuras de acción que ya no jugaba, pósters de bandas que apenas escuchaba y una pila de libros y cómics que prometía leer "algún día".

La voz de su madre, clara y firme, cortaba a través de su música. "Lucas, son las siete. Baja a cenar." Era más una orden que una invitación, y con un suspiro, Lucas se quitaba los auriculares y guardaba su teléfono.

Descendía las escaleras hacia el comedor, donde el resto de su familia ya estaba reunida. A diferencia de su habitación, el comedor era un espacio cálido, iluminado por luces suaves y decorado con fotos de mejores tiempos. Sus hermanos, cada uno absorto en su propio dispositivo, apenas levantaban la vista cuando él se acercaba.

La mesa estaba llena, no solo de platos de comida casera—una rara vista en un hogar moderno tan arraigado en la conveniencia digital—sino también de dispositivos electrónicos de todo tipo, cada uno contando una historia de conexión y aislamiento.

A la cabecera de la mesa se sentaba su madre, Marta. Su cabello, una vez un negro azabache, ahora mostraba mechones de gris plateado que relucían bajo la luz suave. A pesar de las arrugas que enmarcaban sus ojos, había una vitalidad en su mirada, un reflejo de una vida llena de risas y preocupaciones. Vestía una blusa de color lavanda y un delantal manchado con la salsa de la cena, signos de una tarde pasada en la cocina en lugar de frente a una pantalla.

"Lucas, finalmente," dijo con una mezcla de exasperación y cariño, señalando la silla vacía a su lado. "Únete a nosotros."

Lucas obedeció, deslizándose en la silla mientras observaba a sus hermanos. A su izquierda, Daniel, el mayor, con su eterno semblante de seriedad que contrastaba con su informal camisa de cuadros. Su cabello estaba peinado hacia atrás, no un pelo fuera de lugar, y sus ojos, siempre analíticos, escaneaban una Tablet mientras simultáneamente participaba en la conversación sobre el último torneo de e-sports.

Junto a Daniel estaba Tomás, el segundo hermano, cuya energía parecía ser la antítesis de la compostura de Daniel. Con una camiseta de una banda de rock y el cabello en un perpetuo estado de desorden, gesticulaba con entusiasmo mientras narraba una anécdota de su último concierto virtual, su voz llenando el espacio con una vibración que casi hacía vibrar los platos.

El más joven de los hermanos, Adrián, estaba sentado frente a Lucas. Con gafas gruesas y un montón de libros al lado de su plato en lugar de dispositivos electrónicos, añadía comentarios perspicaces entre bocados, su voz suave pero firme.

A medida que la cena progresaba, los temas flotaban de trivialidades diarias a debates apasionados sobre los avances en tecnología de realidad virtual. La madre de Lucas intercalaba preguntas y comentarios, asegurándose de que cada uno de sus hijos compartiera algo sobre su día.

La comida era un delicioso caos de sabores y aromas. Marta había preparado su especialidad: lasaña de tres quesos con una ensalada fresca al lado. La mesa también presentaba un bol grande de pan de ajo crujiente, y una jarra de limonada casera se pasaba de mano en mano, un raro momento de conexión sin la mediación entera de la tecnología.

"¿Y tú, Lucas? ¿Cómo estuvo tu día?" La pregunta de Marta, directa pero cálida, sacó a Lucas de su observación pasiva. Él vaciló, luego respondió con un encogimiento de hombros. "Normal, supongo. Nada especial."

Marta le miró con un brillo de preocupación en sus ojos, un silencioso reconocimiento de las barreras que su hijo había erigido alrededor de su mundo interior. "Bueno, estamos aquí si quieres hablar," dijo suavemente, poniendo una mano sobre la suya en un gesto raro pero bienvenido de contacto físico.

La cena transcurría en un típico caos familiar, con conversaciones que saltaban de temas mundanos a discusiones sobre las últimas tendencias en juegos VR y torneos de e-sports. Lucas, aunque menos interesado en esos temas que sus hermanos más jóvenes, intentaba participar. Sin embargo, sus respuestas eran tímidas y medias, más un murmullo que una verdadera conversación. Mientras sus hermanos debatían apasionadamente sobre la estrategia en el último torneo de "Shadow Legends VR", Lucas se encontraba más interesado en la forma en que las velas titilaban sobre la mesa, lanzando sombras danzantes sobre los platos de comida.

Marta, siempre atenta, notaba la distancia de Lucas y le ofrecía sonrisas de apoyo cada vez que sus ojos se encontraban. Ella había preparado su plato favorito, lasaña, en un intento de traer algo de normalidad y confort a la velada. La mesa estaba bellamente decorada, un reflejo del esfuerzo de Marta por mantener la unión familiar, con una mezcla de platos modernos y antiguas porcelanas que habían pertenecido a la abuela de Lucas.

Justo cuando la normalidad parecía reinar y Lucas comenzaba a sentirse un poco más involucrado, una alerta en todos sus dispositivos transformaba la cena en un escenario de ciencia ficción: los teléfonos emitían un sonido agudo y se iluminaban de rojo, anunciando desastres naturales en cadena alrededor del mundo.

"Alerta global: fenómenos naturales extremos..." declaraba una voz fría y metálica desde pequeños hologramas proyectados sobre la mesa, haciendo que los colores de los platos y las copas parecieran bailar en una luz inusual. "Se recomienda a la población suma precaución," continuaba la voz, su tono distante exacerbando la tensión que ya se sentía en el aire.

Fuera, el cielo se había transformado en un espectáculo de colores intensos y movimientos turbulentos. Nubes giratorias teñidas de rojos intensos, naranjas y púrpuras dominaban el horizonte, mientras rayos de luz anómalos cortaban el cielo, iluminando la noche con una claridad sobrenatural. Era un recordatorio visual dramático de la seriedad de la alerta, como si la atmósfera misma estuviese reaccionando al desequilibrio de la naturaleza.

El sonido repetitivo de "bip, bip, bip" seguía a cada anuncio, marcando el ritmo creciente de la ansiedad. Los dispositivos vibraban suavemente sobre la mesa de madera, cada vibración un eco del temblor que empezaba a sentirse bajo sus pies.

Lucas, con el rostro iluminado por la luz de su propio dispositivo holográfico, deslizaba su dedo por el aire para cambiar entre diferentes fuentes de información. Imágenes de ríos abriéndose en enormes fisuras en la tierra y de océanos retrocediendo rápidamente se sucedían ante sus ojos. "Es como si el planeta entero estuviera protestando," comentó, su voz un murmullo cargado de asombro y preocupación.

Marta, observando el cielo a través del amplio ventanal, murmuraba para sí, "Nunca había visto algo así." La preocupación materna se reflejaba claramente en su expresión, cada nueva coloración en el cielo un motivo de inquietud adicional.

"¿Qué?", murmuró Lucas para sí mismo, su voz ahogada en un estado de shock mientras miraba alrededor, buscando confirmación en los rostros de su familia de que no era el único que escuchaba la advertencia.

Las luces parpadeaban, amenazando con sumirlos en la oscuridad, y las cortinas ondeaban como si un viento fantasma recorriera la habitación.

Marta fue la primera en reaccionar, su instinto maternal sobrepasando el impacto inicial. "Todos, mantengan la calma," dijo, levantándose y extendiendo sus brazos hacia Lucas y Tomás, intentando reunirlos más cerca. "Estamos juntos en esto, pase lo que pase."

Daniel, siempre el más práctico, asintió y se puso de pie para revisar las cerraduras de las ventanas, asegurándose de que estuvieran bien cerradas contra lo que pudiera estar viniendo. "Deberíamos ir al sótano," sugirió, mirando hacia la puerta como si pudiera ver el desastre que se acercaba.

Adrián, con los ojos muy abiertos, asentía mientras buscaba más información en su dispositivo. "Está pasando en todo el mundo. Algo grande está ocurriendo," dijo, su voz temblorosa revelando su propio miedo.

 

De repente y sin previo aviso, en ese momento de crisis, una sensación desconocida comenzó a gestarse dentro de Lucas. Era como si una fuerza que había estado dormida en lo más profundo de su ser de repente despertara, alimentada por el caos y la brisa que lo rodeaba. Su piel empezó a emitir un brillo tenue, inicialmente apenas visible, pero rápidamente aumentando en intensidad hasta que iluminó toda la habitación con una luz blanca y cegadora.

"¡Lucas, ¡qué está pasando!" gritó Tomás, su voz mezcla de asombro y terror.

Lucas intentó hablar, intentó explicar que él mismo no entendía lo que sucedía, pero la energía dentro de él crecía demasiado rápido, ardiendo con una intensidad que no podía contener. Sus palabras se perdieron en un grito de dolor mientras la luz de su cuerpo estallaba hacia afuera en una onda expansiva que lanzó a todos lejos de la mesa.

El mundo se convirtió en un torbellino de sonido y luz, y entonces, tan repentinamente como había comenzado, el terremoto cesó. La casa quedó en silencio, excepto por el zumbido de los oídos de Lucas y los sollozos ahogados de su familia. Lentamente, tratando de entender lo que había sucedido, Lucas se levantó, temblando. A su alrededor, el comedor estaba en ruinas, los muebles destrozados y las ventanas rotas.

Mirando a su alrededor, vio a sus hermanos y a su madre levantándose lentamente, mirándolo con una mezcla de miedo y desconcierto. "Lo siento... no sé... lo siento," balbuceó, su voz quebrada por la confusión y el miedo a lo que había hecho, a lo que tal vez aún podría hacer.

Marta, recuperándose del shock, se acercó a él con cautela, pero con determinación, abrazándolo con fuerza. "Estamos juntos en esto, sea lo que sea esto," murmuró, y aunque su voz temblaba, estaba impregnada de una firmeza que solo una madre posee.

Mientras Marta abrazaba a Lucas, la confusión se mezclaba con un creciente sentido de urgencia. Los hermanos, aún aturdidos, se agruparon alrededor, tocando cautelosamente a Lucas, verificando si el extraño fenómeno había causado algún daño visible. No había marcas, no había heridas; solo una palpable sensación de cambio que emanaba de él.

"Tenemos que averiguar qué te está pasando," dijo Daniel, siempre el pragmático, su mente ya analizando las posibles causas y consecuencias de la transformación de Lucas. "Esto... esto podría ser peligroso."

Adrián, con un enfoque más científico y curioso, agregó, "Podría ser algún tipo de reacción bioquímica inusual, o quizás algo más... algo que no entendemos aún." Sus palabras fueron cuidadosas, intentando no alarmar más a Lucas, pero la gravedad de la situación era clara.

Tomás, cuyo entusiasmo a menudo lo llevaba a actuar antes de pensar, estaba lleno de una especie de admiración temerosa. "Hombre, fue como una de esas explosiones que ves en los cómics. ¡Eso fue increíble, Lucas! Pero, ¿estás bien, realmente? Quiero decir, eso tuvo que doler, ¿verdad?"

Lucas, aún temblando, asintió lentamente, su mente girando tratando de procesar lo que había ocurrido. "No sé cómo explicarlo. Fue como si algo dentro de mí... algo que siempre ha estado allí... de repente despertara. Y sí, dolió. Mucho." Su mirada se desvió hacia los escombros a su alrededor, el testimonio mudo de su nueva y aterradora capacidad.

La familia pasó la siguiente hora revisando la casa para evaluar los daños mientras discutían qué hacer a continuación. La decisión fue buscar ayuda profesional, alguien que pudiera ofrecer una explicación o al menos guiarlos en la dirección correcta. Sabían que no podían hacer esto solos y que mantener el secreto, al menos por ahora, era crucial.

Mientras planeaban su próximo paso, el mundo exterior seguía su curso. La alerta sobre los desastres naturales había sido real y no solo una distracción; noticias de inundaciones, terremotos y tormentas inexplicables llenaban las pantallas de noticias, lo que agregaba una capa adicional de ansiedad a su situación ya tensa.

"Todo esto tiene que estar conectado," murmuró Lucas, observando las noticias. "No puede ser coincidencia que todo esto suceda justo cuando... cuando eso me pasó a mí."

Marta, mirando las noticias junto a su hijo, le puso una mano en el hombro. "Tal vez," dijo suavemente, "pero no vamos a resolver esto esta noche. Lo que necesitas ahora es descansar, recuperarte de... de lo que sea que haya pasado."

Esa noche, mientras Lucas se acostaba intentando dormir, la realidad de su situación comenzó a hundirse. No solo había cambiado físicamente de alguna manera desconocida, sino que también se sentía diferente por dentro; más alerta, más consciente de las energías a su alrededor. Era como si hubiera despertado a una nueva dimensión de percepción, una que no entendía y que, francamente, le asustaba.