Un tiro certero...
Al caer las palabras, todos en la sala guardaron silencio.
En ese momento, se escuchó un fuerte clang de pasos provenientes de la puerta, y luego, unos cinco o seis policías entraron con paso uniforme y ordenado.
Reginald Bates iba al frente, vestido con su uniforme policial, sin mostrar ya el aire habitual de bandido, sino exudando rectitud. Sus ojos eran claros, mirando directamente hacia adelante, inexpresivos.
En solo unos días, se había vuelto más delgado y demacrado. Sus ojos oscuros también revelaban un intenso dolor que no podía disiparse.
Al verlo, Eve Thompson sintió una acidez innombrable en su corazón.
Pensó en el día en que ella y Reginald buscaron juntos a Iris en la ciudad S... Cerró los puños con fuerza.
Jonas Thompson vio a Reginald, se detuvo sorprendido y luego fue a saludarlo con alegría:
—¿Capitán Bates? ¿Qué le trae por aquí?
La aguda mirada de Reginald lo barría.
Su barbilla se tensó.