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Shen Liangchuan siempre fue bastante despreocupado, pero en este momento, un sentimiento intenso burbujeaba en su corazón—uno que no podía describir.
Rápidamente caminó hacia el almacén y abrió la puerta.
Sin embargo, la habitación estaba completamente vacía, sin nadie a la vista.
Si no fuera por el desgastado vestido blanco que yacía en el suelo y la sensación suave que giraba en el aire, incluso él habría pensado que todo lo que había sucedido justo ahora había sido solo un sueño.
Qiao Lian se tambaleaba a lo largo de una carretera.
El hermoso vestido rojo que llevaba puesto actuaba como contraste para su rostro, que se volvía cada vez más pálido por el tormento que Shen Liangchuan acababa de causarle.
El maquillaje en su rostro se había emborronado ligeramente, pero incluso eso no podía ocultar su hermoso rostro.
Ella misma no sabía a dónde debería ir ahora.
