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—Shen Liangchuan no estaba de cara a la luz, y Qiao Lian solo podía ver su fuerte estatura vagamente. Cuando se dio cuenta de ella, se sorprendió.
—Qiao Lian tensó su cuerpo por la sorpresa y tartamudeó —Señor, señor Shen...
—Ella señaló al teléfono en sus manos y dijo —¡He venido a devolverle su teléfono!
—Él permaneció en silencio.
—Ella dejó el teléfono en la mesilla de noche mientras su mirada barría la cama. Quería preguntar dónde estaba su teléfono, pero no se atrevía. Luego habló —Eh, gracias por pedirle a la cuidadora que me aplicara medicina.
—La mirada de Shen Liangchuan se oscureció cuando posó sus ojos en su brazo —No hay problema.
—Qiao Lian solo pudo salir —Entonces, yo me voy...
—Antes de que pudiera terminar, él de repente preguntó —¿Tu brazo todavía duele?
—Qiao Lian respondió apresuradamente —¡Ya no duele, no te preocupes!
—Eso es excelente. Entonces no afectará que cumplamos con nuestras obligaciones oficiales —dijo él.