—Por supuesto que lo hago —fue como un maremoto que levantó el corazón de Qiao Lian.
Ella miró al líder del equipo con incredulidad.
Ocho años…
Durante los últimos ocho años, se había convencido a sí misma de que casi había olvidado a Zi Chuan.
No había pensado ni siquiera en Zi Chuan en mucho tiempo.
Pero justo entonces, cuando escuchó el nombre de Zi Chuan de la nada, no pudo evitar sentir un doloroso apretón en su corazón.
Acercarse a preguntar por él no fue más que un reflejo básico.
Pero nunca habría podido imaginar que escucharía noticias sobre Zi Chuan en circunstancias tan repentinas.
Estaba tan nerviosa ahora que apenas podía respirar.
Tragó saliva y luego miró al líder del equipo, que la devolvía la mirada con un rostro perplejo y ojos como platos. Qiao Lian movió los labios, pero solo encontró su voz después de un rato:
—¿Dónde está él?
Enrolló sus dedos en un puño apretado, tratando con todas sus fuerzas de contener su furia.