Xue Sheng frunció el ceño. —Esta es mi hija. ¿Te atreves a abofetearla?
Al ver su mirada feroz, Xue Gui encogió el cuello. Recordó que después de haber tramado contra Xue Xi la última vez, este hermano había corrido a casa y casi lo mata a golpes. Ahora que lo pensaba, todavía le dolía el lugar donde lo habían golpeado en el muslo.
Tosió. —Sólo lo decía de pasada. Yo la educaría si fuera mi propia hija...
Xue Sheng luego se volvió a mirar a Xue Xi. —Xixi, ¿qué pasó?
Finalmente, Xue Xi tuvo la oportunidad de hablar. —Creo que hay un problema.
¡Xue Sheng también sentía que había un problema!
Justo cuando fruncía el ceño en profunda reflexión, el Anciano Xue se volvió a mirar a Xue Xi. —¿Cuál es el problema? Xue Xi, deja pasar primero al señor Steve.
Xue Xi negó con la cabeza. —No.
El Anciano Xue frunció el ceño.
En el banquete.
