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Chapter 4 - Majorie 02: La vida en El Abismo

En el reino de Asonas, existe la leyenda del Dragón Blanco. Una criatura que con su poder creó el mundo que conocemos hoy en día: un enorme hueco subterráneo donde los humanos crecieron y prosperaron con dificultad hasta nuestros días. Se cree que el dragón murió, sin embargo, dejó detrás una maldición que azota a la familia real, un terrible estado alterado conocido como "Draconificación". Si aquel que está maldito no consigue romper dicha catástrofe, mutará en ese dragón nuevamente, pero este traerá destrucción y la aniquilación de la raza humana que se encuentra en El Abismo.

Y esa persona maldita soy yo, Majorie Vawdrey, la cuarta princesa del reino de Asonas. Soy yo la responsable de cargar con el peso de la maldición en mi generación. No solo eso, también poseo memorias de otra vida, una que tenía antes de llegar a este mundo. Era una estudiante del mundo ordinario cuando un incidente que todavía no alcanzo a comprender me arrebató la vida y vine a parar a este mundo.

Han pasado doce cursos abisales, o lo equivalente a seis años humanos desde entonces y me he resignado a vivir como una princesa en este lugar. He aprendido mucho desde entonces. No fue hasta que logré entender el idioma que pude comprender las palabras que dijeron mis padres, las sirvientas y mi hermano Arthur ese día.

Naturalmente, el tener recuerdos de una vida pasada hubiera sido contraproducente en mi situación si era descubierta, así que decidí mantener en secreto todo. Sin embargo, también aproveché mi inteligencia para cosas útiles, como estudiar el funcionamiento de este mundo y compararlo con el mío. Mis padres, Edmund y Quinella creen que soy una niña prodigio, así que se aseguraron de conseguir a buenos profesores y tutores particulares a temprana edad solo para mí. Según ellos, si todo marcha bien podré eventualmente ingresar sin problemas a la academia privada de Asonas pronto. Mis hermanos estudian o estudiaron ahí, y es la única escuela de alto rango en todo el mundo. Hay otro par de centros educativos pequeños en la primera capa de El Abismo, que es donde radica la mayor parte de la población humana, pero la academia de la que hablo tiene cierta exclusividad para hijos de nobles y por supuesto, la realeza.

Me encuentro sentada en el suelo de una de las habitaciones del palacio cuando un hombre de cabello oscuro, gafas y peinado elegante entra. Es mi profesor, el señor Bowyar, quien se encarga de mi educación básica en este lugar. Las clases particulares son increíblemente efectivas cuando tienes toda la atención, a diferencia de mi anterior vida donde siendo honesta, dejaba algo que desear.

—Muy bien, joven Majorie, espero que venga preparada para una larga clase de historia, política y geografía.

Afirmo con mi cabeza, emocionada de descubrir más sobre este mundo fantástico.

—Me agrada su entusiasmo. Muy bien, comenzaré explicándole un poco sobre nuestro mundo. Como bien sabes, nuestro hogar guarda muchos misterios que todavía necesitan respuestas. Se sabe que nosotros los humanos vivimos en un enorme abismo subterráneo. Gracias a la increíble labor de los caballeros Traza-Caminos, sabemos que nuestro mundo tiene una profundidad de doce kilómetros de profundidad explorados hasta el momento.

—¿Entonces hay posibilidad de que El Abismo sea mucho más grande de lo que conocemos actualmente?—mi intriga es evidente.

—Así es. Se sabe que hay algunos pasajes que llevan a las más profundas entrañas de la tierra, pero hace mucho tiempo se detuvieron las labores de los Traza-Caminos y no se han vuelto a reanudar hasta la fecha.

Conocer más sobre el lugar que ahora es mi hogar es fundamental para mi desarrollo aquí. Esta es mi vida ahora y no parece que tenga posibilidad de regresar a mi antigua vida. Extraño la tecnología y mi teléfono celular.

—El Abismo se encuentra poblado de criaturas extremadamente violentas y peligrosas. Hemos conseguido ahuyentarlas lo suficiente para establecer nuestra civilización en las capas superiores. De esos doce kilómetros, los humanos solo habitamos cuatro, divididos entre la primera y segunda capa. El resto de El Abismo sigue siendo propiedad de los monstruos.

—Tengo una duda, ¿hay algo encima de nosotros? Me refiero a las afueras de este lugar. ¿Se han hecho exploraciones afuera de este gran agujero subterráneo?

—Interesante pregunta. Tenemos registros de exploradores que lograron salir a la superficie, afuera de El Abismo, sin embargo, confirmaron que no existe ningún terreno en el exterior salvo la entrada. Actualmente no podemos acercarnos a la misma debido a que se han establecido bestias de poder colosal, imposibles de vencer para nuestras limitaciones humanas—responde el profesor Bowyar.

La idea de que no exista nada en este mundo salvo un hueco de tierra es, cuando menos, espeluznante para mí. En mi otra vida, teníamos avances que nos permitían conocer el planeta tierra e incluso lo que había en el universo. Pensar que solo somos un cono gigante flotando a la deriva en el espacio es demasiado bizarro para mí.

—Continuando con lo anteriormente dicho. —Reanuda el profesor—concentraremos nuestra clase en la sociedad humana y la vida dentro de El Abismo. Nuestra civilización se compone de un único reino, Asonas. La primera capa del mundo alberga a nobles, comerciantes y la realeza, a la cual usted pertenece. Contamos con algunos tipos de cultivos y minería.

Básicamente, vivo en el lugar más privilegiado de aquí.

—Con respecto a la segunda capa, es donde vive la mayor parte de la población humana. El resto de plebeyos se mantienen con el comercio informal, ganadería y otros trabajos que contribuyen a que nuestra sociedad siga existiendo. El resto de capas, al ser poco exploradas y llenas de monstruos, son territorio hostil y enemigo—aclara el señor Bowyar.

La clase acerca de los sectores sociales continúa y mi cabeza es saturada por mucha información. Por ejemplo, sé que nuestro reino mantiene un ejército divido en tres regimientos: Los caballeros reales, quienes fungen como la policía y protegen los pueblos y las dos capas habitadas por humanos; los caballeros Limpia-Caminos, que son los encargados de eliminar monstruos y preparar el terreno para una posible conquista de capas inferiores a la segunda; y finalmente, los Traza-Caminos, quienes exploran El Abismo, mapean y descubren datos sobre nuestro mundo. Esas tres fuerzas militares han sido fundamentales para el crecimiento de la raza humana aquí.

Estamos por continuar la clase cuando un hombre que no había visto nunca irrumpe en la habitación. Su mirada luce dura, fría y arquea la ceja cuando mi mirada recae sobre él.

—¿No estás olvidando algo importante, Bowyar?—habla con una voz que penetra hasta los huesos, firme y sin titubear.

—¿Y usted no debería estar en otro lugar, cardenal Amcottes?—replica mi profesor, entrecerrando los ojos.

—Tal vez. Lo cierto es que tenía curiosidad por la clase de la joven Majorie. Era hora de conocerla en persona—el hombre se pasea por la habitación con la cabeza y mirada firme al igual que sus pasos.

Al observarlo, me hace imaginar que posee un puesto de autoridad bastante alto, y por ende, respeto. Viste una túnica negra con bordados rojos que me recuerda a los de un sacerdote. Por las palabras del señor Bowyar, ahora sé que es un Cardenal, el de la iglesia que pregona su religión en este mundo.

—Sí, me imagino que ya te cansaste de perseguir y esperar a que te traigan la cabeza de ese unicornio con el que estás tan obsesionado—se mofa mi maestro.

Amcottes pone los ojos en blanco y lo ignora para continuar hablando.

—¿La princesa ya conoce nuestra iglesia, Bowyar?—el cardenal camina hacia la ventana y observa al exterior.

—¿Quién no conoce tu religión? Tú y tus seguidores están en todos lados, sería raro que existiera una persona que no haya escuchado hablar sobre tu iglesia—se defiende.

El cardenal bufa y se da la vuelta, caminando hasta el pequeño pizarrón donde Bowyar dibujó un pequeño mapa de El Abismo; toma un trozo de tiza y con paciencia comienza a escribir palabras. Posteriormente voltea su mirada hacia mí y habla firme y claro.

—Soy Amcottes, cardenal de la iglesia del Dragón Negro, aquel que en el pasado se opuso a la terrible maldad del Dragón Blanco que creó nuestro mundo para luego maldecir a tu familia e intentar destruir lo que él mismo construyó. Es un placer conocerla, Majorie Vawdrey.

Trago saliva antes de poder responder.

—Igualmente, señor Amcottes. 

Puedo entender perfectamente como soy a sus ojos. En mi mundo, existía la creencia de que un ser llamado el anticristo vendría en algún momento. Bueno, en este lugar, yo soy ese anticristo al que la gente tanto teme.

—Has sido la princesa que más tiempo ha durado, a tus antepasados malditos nos vimos obligados a eliminarlos a los pocos meses—confiesa el cardenal.

—¡Amcottes! ¡Esas no son palabras que tengas que dedicarle a una niña!—lo reprende el señor Bowyar.

Él solo bufa de nueva cuenta.

—No es más que la verdad, y tú lo sabes. A petición del rey y el héroe, tengo a mis hombres buscando soluciones para la maldición, pero yo que tú no me encariñaría ni me esforzaría mucho en su educación, Bowyar. Puede que para el año que viene, no tengas alumna a la que enseñar—Amcottes se gira y se dirige hacia la puerta.

Guio mi mirada hacia mi maestro y puedo ver como cierra los ojos y niega con la cabeza, desaprobando las palabras del cardenal.

—Por cierto, tiene un lindo colgante. —Añade antes de salir por la puerta—yo también estoy buscando un unicornio especial para hacerme uno igual al suyo. Buen día.

La puerta se cierra tras su salida.

 

•┈••✦ ۵ ✦••┈•

 

—¿Soy un monstruo, Celica?—pregunto abrazando a mi hermana mayor.

—Oh, por supuesto que no, mi querida Majorie. Aquí entre nos, ese hombre es un imbécil—me tranquiliza.

—Ten cuidado con esa lengua, a los de la iglesia no les gusta mucho cuando hablan mal de ellos—interrumpe Baldwin entrando en la habitación.

Ambos son mis hermanos, Celica y Baldwin Vawdrey. Ellos son los que pasan la mayor parte del tiempo conmigo. Yo soy la más pequeña de mi familia, pues soy la última en haber nacido.

Mi hermana, Celica, es la segunda más grande con veintiún años actualmente, solo por debajo de Arthur. Ella es algo testaruda y presumida en ocasiones, pero me quiere bastante. Es brillante a la hora de cantar o escribir poemas.

Baldwin, por otro lado, tiene una especie de rivalidad con Arthur. Quiere ser mejor que él, así que se la pasa entrenando con los caballeros para pulir su técnica. De vez en cuando, acompaña a los Limpia-Caminos para fortalecerse de experiencia y adquirir más habilidades. Era el más joven de la familia con diez años hasta que llegué yo.

Y por supuesto, mi genial hermano Arthur, de los pocos que han ganado el título de héroe. Es muy fuerte y con una gran sed de conocimiento. Él insiste en que cuando las labores de los Traza-Caminos se reanuden, los acompañará a lo más profundo de El Abismo. Actualmente tiene veintitrés años.

Al final quedo yo, con seis años. Aunque ya tenía diecisiete años antes de morir. ¡Hey, soy tan mayor como Arthur! O en teoría, lo cierto es que estoy disfrutando ser una niña otra vez.

—Ah, eres tú, Baldwin. ¿Por qué no vas a seguir entrenando? Majorie no se siente del todo bien hoy—argumenta Celica.

—Bueno, no puedo evitar entrometerme en su conversación acerca de la iglesia. ¿El cardenal Amcottes ya la conoció?—pregunta mi hermano mientras coloca su espada enfundada en un rincón.

—Sí, aunque no parece que haya sido un encuentro muy amistoso. Sí te soy honesta, y en palabras del señor Bowyar, su conversación sonó a amenaza—confiesa Celica.

Baldwin se sienta y comienza a desmenuzar todos los hechos. Parece estar interesado en lo que sucedió, pero sin darle una importancia significativa.

—Ya veo. Da igual, no pueden hacerle nada, no si no quieren tener al reino y Arthur en su contra.

—No estás dimensionando lo grande que puede ser un atentado contra la vida de Majorie, Baldwin. No se trata de autoridad. Si la iglesia decide que eliminarla es lo mejor para la humanidad, entonces todos los habitantes estarán de acuerdo. Una guerra civil podría estallar; la iglesia tiene tanta autoridad como el rey y la reina—replica Celica.

Baldwin tuerce la nariz como si lo hubieran regañado.

—Tranquila, no llegaremos a eso. Estoy seguro que encontraremos una forma de romper esa maldición. Después de todo, la vida de Majorie y de toda la humanidad dependen de eso—responde a la par que se relaja.

Celica suspira y cierra los ojos antes de dedicarme una sonrisa. Confío en que mi familia podrá hacer algo para eliminar la Draconificación. No quiero convertirme en un dragón y arrasar con este mundo que ahora es mi hogar.

—Baldwin… ¿tú has visto a un unicornio?—pregunto llevando mi mano hacia el colgante que Arthur me regaló hace años.

Él abre un ojo y me mira con confusión.

—¿Unicornios? Algunos, en la tercera capa habitan un par de especies de bajo rango. La verdad es que son algo difíciles de encontrar, sobre todo después de la aparición de ese extraño ejemplar, ¿por qué la pregunta?

—El cardenal me dijo que estaba buscando a un unicornio especial, ¿él se refería a ese del que hablas?—cuestiono de nuevo.

—No tengo idea. El cardenal un día apareció en el gremio de aventureros y exploradores ofreciendo una recompensa inmensa a quien pudiera darle caza a ese unicornio. Llego incluso a pedir ayuda de los Limpia-Caminos, pero nadie pudo lograrlo; de igual forma tiene un par de años que no se sabe nada de él. Es curioso, ese unicornio tan extraño apareció poco después de tu nacimiento, quizá es tan especial como tú—responde volviendo a cerrar sus ojos y a relajarse.

Pienso en las palabras de Baldwin. Un unicornio peligroso al que todo mundo intenta cazar. Sería divertido montar uno. Toco el cuerno que tengo colgado en mi cuello y sonrío antes de ir por papel y tizas de colores para dibujarlo.