– ¿Mi señor? Esperamos sus instrucciones –La frente sudorosa del noble inclinado al igual que los demás rompió brevemente la cadena de pensamientos del hombre en el trono.
El baculo de oro macizo fue arrojado fuera de las manos del rey, sobre el suelo de plata y el sonido resono por la suntuosa sala. El anciano se enderezó lentamente en su posicion antes encorvada, los huesos crujiendo. Se irguió, alto y enhiesto sobre el trono contemplando con ojos de azúl llameante a los súbditos reunidos ante el en la hora de necesidad.El hombre se levantó. Se deshizo de sus lujosas túnicas y accesorios y los arrojó por el suelo, atrás quedaron los lujos de la paz. La armadura reluciente brilló al ser revelada, tan imponente como la primera vez que se la había colocado.Si la paz había engendrado su largo letargo, entonces la urgencia fue lo que trajo de vuelta una mayor conciencia. Los músculos se marcaron, entretanto su rostro se endureció.Fue entonces, que hombres y mujeres que jamás habían visto aquél rostro recordaron las antiguas canciones. Los hombres miraron asombrados la figura ahora erguida y orgullosa. ¿Dónde estaba el anciano que dejaran colmado de deberes y llamados de cortesanos en el trono, apoyado en un bastón?Protector y campeón de la fe, Su luz, su gloria, su orgullo, un muro robusto e inflexible contra una marea implacable. Porque el es el Rey y cuando su llamada a las armas resuenen sus guerreros responderán.Aún así la hora era más que crítica. Años de paz y comercio habían dejado las fronteras guarnecidas y seguras, pero también habían permitido que otras naciones cayeran de forma inadvertida ante el poderío de uno de los tres imperios del norte. Su empuje era arrollador. Poseían nigromantes, magos amantes de la muerte que desataban de modo impío a los que yacían en el descanso de la tierra.Sin embargo, antes de mayores vacilaciones o que el asombro mudo continuaré el silencio fue roto.– ¡De pie, hijos de Arkani! Que la sombra no nuble sus rostros ¡De pie, lleven la noticia a cada rincón del reino! Afilad las espadas y aprestad las lanzas ¡Frío sera el abismo de Hoaj antes de que entregue yo a mi gente y la gloria de mi casa! –Ronca, vibrante, la voz del hombre asolado por la furia de mil combates envío la electricidad por el torrente sanguíneo de cada uno se sus oyentes.El metal bajo la luz de los cristales que dejaban pasar el brillo del sol relumbraba con sublime majestad en tanto el heroe y viejo guerrero se erguia decidido contra las mareas de las adversidades. Fuertes fueron sus pasos cuando se dirigió a la salida del trono, los nobles siguiéndole presurosos, imponente su postura al alzar la mano y de un solo empujón lanzar hacia atrás las terriblemente pesadas puertas de ornamentado glorioso capaz de resistir asedios.Los corazones paralizados volvieron a latir con nuevos bríos. Su voz imponente despertó de su sueño cada rincón del castillo. Filas y filas de soldados respondieron ante la llamada desconcertados. Cuando lo hicieron vieron al anciano de pie en toda su gloria guerrera y se estremecieron.Las ordenes fueron dadas y a las pocas horas había un ejército sobre las colinas esperando. Filas y filas de escudos de bronce se alzaban imponentes.El sol del atardecer se hundía lentamente tras el horizonte, proyectando un brillo espeluznante sobre el campo de batalla, dos poderosos ejércitos estaban a punto de chocar.Un caballo de blanco puro salió corriendo entre las filas de lanzas enhiestas, el viento se arremolinaba alrededor de su cuerpo cómo una armadura surcando cada contorno divisible del imponente animal. Tras sus pisadas las briznas de hierba se volvían al dorado resplandor.– Fantasma –Saludo el Monarca.Eran compañeros de mil y un batallas, hermanos unidos más allá de lo que podía hacer alguna vez la sangre, leyendas ambos por derecho propio se fundían nuevamente en una dupla temible.Fue entonces que el mundo empezó a preguntarse... Si aquél era tan sólo un hombre.El ejército del rey se posó sobre la colina, donde avistaron al enemigo. La oscuridad se cernía sobre ellos, decenas de miles. Cadáveres andantes con armaduras se paraban sin sentido en las primeras cinco filas, seguidos de diferentes monstruos, golems de piedra.La presencia clara de magos ataviados con oscuras túnicasque poseian intrincados diseños de dragones plateados y bastones solo marcaban lo que parecía el desigual combate. Pero aún en aquel espectáculo horrible de la hechicería se alzaba el peor en un corcel muerto, el Archimago corrupto que habia sido pervertido por el arte de lo oscuro y que había descendido a la locura al hacerse emperador.
La táctica de lucha era sucia, vil. No había decoro ni sentido del honor o la verdad. Pero no esperaban menos con los relatos anteriores. Comparado a ello, la formación del ejército real era completamente diferente.Se había creado un largo e imponente corredor de caballeros, lanzas en ristre, con sus armas y yelmos brillantes a la luz del sol. A través del mismo emergió el Rey Augusto, Primero de su Nombre, sobre su noble corcel.El rostro del otrora jóven y heróico monarca tenía finas arrugas entrelazadas sobre su piel. Los cabellos del negro azabache mutados al remolino en tonos de blanco níveo se agitaban suavemente ante una brisa inexistente.Era el Rey Invencible. Él fue el reino, todos caminos conducían a el.El yelmo fue colocado sobre la cabeza del guerrero. Adiós a las pretensiones de paz. La espada fue desenvainada y cruzada sobre su pecho cómo un saludo.– ¡Ofrezcan sus corazones! –Nada más fue dicho. La hora había llegado.El dio inicio al descenso con un trote rápido que luego se convirtió en un verdadero galope. Cientos, miles, todos ellos descendieron de las colinas una vez más mientras los proyectiles se arqueaban en su direccion. Por la muerte y la gloria.Las flechas que ennegrecieran el cielo resonaron contra su pecho guarnecido por la coraza violentamente, una lluvia de chispas se generó a su alrededor mientras avanzaba, el estandarte real flameando en una mano y la espada en la otra.Era un loco, un idealista que no veía más alla de su gente y el bien sesgado por su idea de justicia. La sangre voló cuando su primer estocada redujo más de un centenar en manchas de rojo agitadas por el viento . El viento se arremolino alrededor de la hoja que tomaba un brillo blanquecino, las crines doradas del caballo despedían un brillo sobrenatural.Toda la linea primera de cadaveres espeluznantes prácticamente desapareció en un abrir y cerrar de ojos, dejando poca resistencia para los rezagados lo suficientemente afortunados como para escapar del alcance de la espada que exudaba rafagas de viento estremecedoras.Era inhumano, más alla de las barreras comunes.La espada del Monarca brillaba como una estrella cuando apuntó a la figura espeluznante del corrupto Archimago de Endeor, coronado emperador.Era un ser como ningún otro, uno que eludió normas preconcebidas por el hombre común.Un héroe. Bajo su mando más y más soldados emergieron creando tuneles a izquierda y dercha de las colinas donde nadie los esperaba.La gente se reunió, cargando hacia un lugar y formando nuevas filas incluso a través del caos del combate.Los clarines hicieron al aire estremecerse en tanto los viejos cuernos de guerra hacían resonar su llamado grave, llamando a reunión con el rey. Así, todos observaron mientras un hombre montado a caballo hacía retroceder por si sólo al enemigo.La luz plateada de la luna se alzó, coronando el destello del acero con la caricia de la noche. Nada detuvo la batalla, nada detuvo al rey.El choque del acero golpeando una y otra vez no podía interrumpir su majestad, arruinar su imágen. Ni un gesto de desprecio ante su sublime figura.En medio del caos y el clamor de la batalla, había una figura cuyos movimientos exigían atención y respeto. El viejo rey, en lugar de estar desgastado por el tiempo y la guerra, exudaba un aura majestuosa que parecía tragarse por completo el tumulto circundante.Su armadura, rasguñada por las flechas, brillaba con la tenue luz de la luna con una luz blanca, testimonio de las innumerables batallas que había librado y ganado. Con una mirada tan aguda como la espada que empuñaba, inspeccionó el campo de batalla con una mezcla de estrategia astuta y sabiduría experimentada.Mientras sus soldados luchaban valientemente a su alrededor, el viejo rey se mantuvo erguido y resuelto, abriendose paso hacia el Emperador enemigo. Su sola presencia pareció inspirar coraje a sus tropas, animándolas a seguir adelante contra viento y marea.Cada palabra que pronunció tenía peso, cada gesto era una orden que se seguía sin lugar a dudas.Porque aunque sus pasos podían haber sido más lentos y su cabello plateado por la edad, el espíritu del viejo rey ardía con una determinación feroz que se negaba a extinguirse. En ese momento, en el corazón de la batalla, él no era sólo un rey: era una leyenda, un faro de esperanza y un símbolo de resiliencia inquebrantable.– ¡A mi, hijos de Arkani! –Su brazo derecho desencadenó un nuevo mandoble, al mismo tiempo que un haz de negrura chocaba contra su figura indomable. Pero la luz partio la oscuridad y a traves de la noche, lenta pero segura, avanzo una nueva mañana. Y allí, el venció a la luz de un nuevo dia. De pie, sin conmoverse ante el paso de las eras ni el fragor del combate.