Con un único movimiento de sus mangas, Linxz deshace el hechizo protector. Cubierto de una energía azul brillante, el mago inicia su descenso.
Antes solo estaba jugando:
—¿Empezamos señorita?
Como una ráfaga de viento se abalanza frente a ella. El impulso es tal, que el polvo se eleva y la energía que Thabita estaba absorbiendo se esfuma. La mirada de Linxz tiene un brillo peculiar, su voz llena de desprecio:
—Oh, me parece que usted se llena la boca con palabras vacías.
Ella aprieta los dientes; la energía dominante intenta desplomarla hacia el suelo.
El piso de concreto se está fragmentando, clavándose en la carne blanda de los pies. Estos empiezan a sangrar y las rodillas tiemblan, hasta que al final se rinden.
Al verla derrotada, el hombre exuda una satisfacción impresionante. Tan sencillo.
Pero, ¿quién dice que la dejaría ahí? Con la mujer aun manteniendo algo de dignidad, él se gira una vez para observarla.
—Tenía entendido que eras una excelente fuente de energía y una gran hechicera. —La toma por detrás y aferra sus dedos a la cabeza. Tira con fuerza hasta que a la mujer le arde el cuero cabelludo. Él susurra en su oído con malicia—. Tan, tan inservible.
Pero Thabita, no responde.
—¡Esto es demasiado aburrido!
—Recién empezamos—murmura ella.
Con un sutil movimiento de los dedos eleva a cinco caballeros y los arroja contra Linxz.
—Mierda —refunfuña el hombre al no poder atacarlos.
En el segundo en el que se desconcentra el mago, Thabita ya ha preparado un hechizo.
¡Cien flechas de electricidad!
Pero todas van directo hacia un único punto. Gira y enfoca todo hacia el abdomen de Linxz. Libera el agarre y se impulsa hacia un lado.
El polvo se eleva y el mago arroja a los caballeros como pedazos de carne hacia los lados.
—¿Esto es todo lo que tienes? —pregunta con una sonrisa rígida y retorcida.
En efecto, ni siquiera un cabello blanco se ha desalineado.
Sin embargo, hay un inconveniente. La energía vital de Thabita se esfuma. Necesita concentrar y alimentar su maná. Gracias al enfrentamiento anterior le queda una pequeña reserva:
—No le parece que estamos en desventaja. Usted sabe que hace un momento estaba abriéndome paso a los cielos.
El mago levanta las cejas fingiendo sorpresa, pero su voz destila arrogancia:
—Oh, es cierto. Ríndete y lo postergamos para otro día.
La mujer traza un hechizo con lo poco de energía que le queda. Un círculo se abre y se convierte en varias tiras, cada una se divide en seis. En cuestión de segundos, una enredadera de hilos se abalanza sobre Linxz, esté saca un escudo y los desploma.
Thabita se agacha fingiendo sumisión.
Con confianza, el mago da un paso, pero no puede continuar. Cuando mira hacia abajo, los hilos comienzan a expandirse subiendo como pequeñas raíces.
Volteo a mirarla, pero ya es en vano.
¡Tres golpes de palmas dan la orden!
Las raíces se expanden, sacan púas y se clavan a tres centímetros dentro del cuerpo de él, decenas de ellas inyectan veneno.
La túnica blanca empieza a teñirse de rojo. La piel translúcida comienza a revelar hematomas violáceos, el veneno está viajando a través de las venas. Con los ojos inyectados en sangre, forma una bola de energía y la lanza. La voz de Linxz es perversa:
—¿Crees que esto me hace daño? ¡Soy el jodido dueño de la torre de magos!
A mitad de camino la esfera se abre, una cadena gruesa surge de ahí. Envuelve el cuerpo de la mujer, y ella queda completamente oprimida; no puede respirar.
Él comienza a retirar las raíces mientras exuda el veneno. Toma la punta de la cadena y empuja a la mujer contra la reja que está a cuatro metros.
¡Paf!
En ese primer impacto tres costillas se rompen. Ella se muerde los labios conteniendo el grito de dolor.
¡Paf!
La ranura de la cabeza que estaba cerrada se abre. En ese momento los ojos se oscurecen y pierde la conciencia.
¡Paf!
El fémur y la rótula salen hacia afuera.
¡Paf!
El brazo izquierdo se desprende, en el suelo yace un charco de sangre.
Cuando está a punto de hacer otro movimiento, una cimitarra con un patrón fino en la hoja roza su mano.
Darius, no puede creer lo que está viendo:
—¡Detente! ¿Qué estás haciendo?
Pero Linxz, no responde.
—¡SUÉLTALA! —ordena el emperador.
El mago siente frustración en el interior, pero tiene que acatar la orden. Al retirar las cadenas, se revela lo que queda del cuerpo.
Los sacerdotes curativos tienen que unir y cubrir las piezas en el suelo. La imagen es demasiado cruel, sienten náuseas en sus órganos. Nunca vieron tanta brutalidad infligida a un cuerpo. Pasan horas trabajando hasta que logran mover a la mujer que está al borde de la muerte.
La noche se abre paso, Darius permanece en silencio por mucho tiempo.
Linxz termina de retirar el veneno en su cuerpo y analiza cómo debe proceder. Por un error de cálculo o una excitación indescriptible ha mostrado una esencia que llevaba escondiendo.
Este no es el momento ni el lugar.
─•──────•♥∘♥•──────•─