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Chapter 8 - Familia Kingscholar (pt. 3)

Por más que Ruggie o cualquier otra persona lo llamara, Leona no había salido de su habitación. Sentía mucho enojo, pero también estaba muy confundido. Aunque su hermano era quien lo había golpeado no estaba enojado con él y al mismo tiempo quería estar enojado con él.

Una parte de él no quería verlo, pero al mismo tiempo esperaba que quien llamara a la puerta fuera Farena, quería que su hermano fuera quien lo buscara. —Soy un idiota— se recriminaba el león por los sentimientos que invadían su cabeza.

En su habitación de hotel, la familia real de Afterglow Savanna estaban en habitaciones diferentes, la reina estaba muy enojada para ver a su marido, el príncipe triste, y el rey sin saber qué hacer. Farena se sentía perdido, había fallado lo que prometió 20 años atrás.

El león se encontraba en el balcón, intentando que el atardecer le ayudara a aclarar sus ideas.

—¿Papi?— la voz de Cheka lo trajo al presente, al ver a su hijo con su semblante triste no pudo evitar recordar cosas de su pasado, un rostro en particular que se obligaba a olvidar.

—¿Qué pasa?, ¿necesitas algo?— trato de reflejar calma, el pequeño parecía querer decirle algo, se estrujaba las manos nervioso. Farena fue hasta él y con cuidado lo cargo en sus brazos, —Papá, ¿sigues enojado con Ojitan?— le pregunto sin mirarlo a los ojos.

El mayor suspiro, —No… no es con él con quien estoy enojado— aclaraba el rey a su hijo. Ambos vieron al sol ocultarse y las primeras estrellas salir.

—¿Te gusta mucho el atardecer papá?— pregunto el niño un poco más calmado.

Farena miro las estrellas antes de contestar, —Hay una leyenda que dice que los grandes reyes del pasado nos cuidan desde el cielo… solo les preguntaba que debería hacer— había cierta tristeza en su voz. Cheka miro al cielo y a su padre, —Solo dile a Ojitan que lo quieres.

El león mayor suspiro, —Supongo que me acaban de responder; sin embargo, no sé cómo llegar a él— decía Farena viendo a su hijo, alguien carraspeo detrás de ellos, Asha tenía un plan en marcha.

Yuu junto a Oohel preparaba el "Salón de la vela", como habían bautizado a su improvisado espacio de trabajo. La reina había contactado a Yuu, y este lo más aprisa que pudo organizo un plan para traer a Leona y seguir con la terapia.

—Yuuya, ¿podrías traer la vela por favor?— pidió Oohel quien colgaba algunas plantas en el techo, el chico asintió y fue por la vela al escritorio. Yuu sintió algo raro, como si ya hubiera tenido aquel objeto en sus manos, sacudió su cabeza para regresar a la realidad.

—Oye Yuu, ya tenemos el paquete— gritaba Grim afuera del salón. Para sorpresa del chico, Leona estaba amordazado y era vigilado por Jack, —Sí que fue difícil convencerlo para venir— aclaraba Ruggie sin desactivar su magia sobre el líder de dormitorio. A los pocos minutos los reyes junto a sus guardaespaldas arribaban al lugar.

Yuu sintió la mirada de todos los leones, algunos pedían disculpas en silencios y otro le daba por muerto. —Quédate cerca por favor— pidió el hada a Yuu en voz baja. Mientras Ruggie y Jack metían a la fuerza a Leona al salón Farena hablaba con Asha.

—Tengo miedo— confeso a su esposa, esta tomo su rostro con ambas manos y lo miro a los ojos, —Farena, eres un gran monarca, fuiste criado para ello; sin embargo, has dejado muchas cosas y a muchas personas de lado por cumplir con tu deber— decía con calma Asha.

—Eres el rey, pero también eres un hermano, un padre, un esposo y mucho más; hoy permítete conectar con las cosas que también eres y deja ir lo que no eres— cuando termino de hablar le dio un beso corto en los labios. Farena asintió, tomo aire y entro al salón.

—Gracias, chicos, si quieren pueden retirarse— indicaba Oohel a los estudiantes, tanto Jack como Ruggie se miraron, aunque no eran amigos estimaban mucho a Leona, por lo que decidieron quedarse cerca en caso de ser requeridos.

—Segundo príncipe, voy a liberarlo, pero debe prometer que mantendrá la compostura— indico el hada. Leona asintió, no obstante, apenas estuvo libre se lanzó con intención de golpear a su hermano.

Oohel intensificó la luz de la vela haciendo que Leona se calmara, —Pero que… yo quería golpearlo, pero ahora no quiero— decía extrañado el león por su repentino cambio de actitud.

Oohel oscureció el salón, —¿Tenemos que hacer esto?— hablaba Leona aun siendo controlado por la magia de la vela, —Joven príncipe, entiendo que sienta mucho rencor, ¿pero no está cansado?— menciono Oohel con calma.

Leona se cruzó de brazos, Farena se acercó a su hermano, no obstante este lo evadió, —En serio no entiendo qué te hice para que me odies así— dijo molesto el mayor, —¿Qué hay que entender?, a ti te quieren más por nacer primero, si todo hubiera sido al revés…

—Tener la presión de todos tras de ti, renunciar a muchas cosas, temer a que algo salga mal todo el tiempo, ¿realmente es la vida que te hubiera gustado?— enumero Farena, Leona lo miro confundido.

—Aunque los dos vivieron bajo el mismo techo fueron realidades distintas, hasta que no se entiendan el uno al otro los dos seguirán en conflicto— explicaba el hada.

Ambos hermanos se vieron, se sintieron indefensos ante la mirada del otro.

Oohel llevo la vela en medio de los dos, —Si están dispuestos a ver a través de los ojos del otro, toquen la vela— indicaba el hada. Aunque dudativos los dos lo hicieron al mismo tiempo. El lugar quedo en negro, un sollozo empezó a oírse.

Poco a poco el sitio se aclaró, los dos hermanos se quedaron asombrados al reconocer uno de los jardines de su palacio. —Encuentren al príncipe— gritaba un guardia a otros, había mucho ajetreo en los pasillos, el sollozo volvió, en medio de unos arbustos un cachorro estaba escondido.

Farena se quedó congelado ante la imagen de su yo de siete años, —¿Qué fue lo que paso?— pregunto Oohel volando cerca del rey. Este suspiro, —Me escondía porque no quería seguir tomando mis lecciones…— resumía lo que pasaba.

El hada lo miro, sabiendo que no era todo. Una mujer apareció, vio al niño y rodó los ojos, —Farena— lo llamo con voz estricta, el niño corrió a la mujer y la abrazo; sin embargo, esta lo alejo. —Ya lo hemos discutido Farena, tu deber es sustituir a tu padre como rey…

—Yo no quiero ser rey mamá— decía aun llorando el niño, la mujer parecía fastidiada. —Además, mamá, ya estoy cansado— hablaba el niño en medido de hipidos. La mujer lo tomo de la mano y comenzó a jalarlo al interior del palacio. —Deja de decir tonterías, ¿quién no quisiera esta vida?

—No quiero— el niño se soltó, corriendo lejos de la mujer quien comenzó a gritarle.

Farena trago saliva, —¿Mamá era así contigo?— Leona estaba asombrado, los recuerdos que tenían de su madre y hermano eran de una mujer alabando a su hijo por sus hazañas. —Ella… es que yo era un niño problemático, ella solo…— trataba de defenderla Farena.

Oohel lo detuvo, —Su majestad, nunca nada va a justificar el maltrato— remarcaba el hada. La escena cambió, el niño estaba en su cuarto, una sirvienta curaba la mejilla del infante.

Un hombre ya mayor entró al cuarto, ordeno a la sirvienta que saliera para quedarse con su hijo. Sin mucho tacto tomo el rostro de su hijo y observo el moretón en su mejilla, —Si no rompieras las reglas tu madre no se enojaría— decía finalmente soltando su rostro.

El niño bajo la mirada, —Yo solo quería descansar un poco— dijo en voz baja, su padre suspiro. —Ya estoy muy grande Farena, y sé que eres un buen hijo, ¿no quieres decepcionarme verdad?— decía en el tono más dulce que pudo usar, el niño solo asintió.

Su padre palmeó el hombro del niño, antes de salir volvió a mirarlo, —Algún día tendrás una razón para querer ser rey—. Varias imágenes comenzaron a pasar, Farena obligado a estudiar, su madre y padre dándole uno que otro golpe, él teniendo que renunciar a jugar con chicos de su edad.

Farena no quería seguir viendo, en tanto que Leona no entendía nada, siempre creyó que la vida de su hermano había sido fácil, así lo recordaba en su infancia, con todos alabándolo y comparando a ambos hermanos.

Pararon en un escenario distinto, un joven Farena de diez años esperaba junto a su padre afuera de una habitación, un llanto se escuchó y la puerta se abrió, —Es un niño— dijo una enfermera con simpleza.

En el interior su madre estaba en una cama exhausta, su padre fue a verla. La enfermera extendió un bulto hacia la pareja, ambos apenas lo miraron cuando el rey indico que dejaran descansar a la reina. El joven príncipe escuchó al bebe llorar sin que nadie pudiera calmarlo.

—¿Podría verlo?— hablo con algo de miedo, su padre solo asintió y la enfermera puso al recién nacido en brazos de su hermano mayor. Ambos hermanos vieron aquella escena con diferentes emociones, Leona sintió una mezcla de tristeza y alivio, en tanto Farena no pudo evitar llorar un poco con aquel recuerdo.

—Hola, Leona, soy tu hermano— hablaba el príncipe con el bebe, quien poco a poco dejo de llorar al sentirse a salvo en brazos del mayor. Un nuevo cambio, la madre de los príncipes entraba al cuarto de su hijo mayor, este jugaba con el bebe de un año.

—Farena, deberías estar…— comenzaba a regañar la mujer a su hijo, —Ya termine mis lecciones, y adelante las de la tarde— decía animado el mayor de los príncipes. El bebe gateó asía su madre, esta lo vio con indiferencia.

—Perdona Leona, llegaste cuando ya estoy muy cansada— dijo la mujer dándole la espalda. El pequeño Leona vio a su madre alejarse, Farena también lo vio, pero no dijo nada. Levanto al bebe del piso, —Te prometo hermanito, que nunca te haré daño.

—Esas fueron solo palabras vacías— recriminaba el menor a su hermano, Farena lo miro dolido, —¿Qué más querías que hiciera?, jugué contigo, te enseñe lo que yo sabía, pasaba tiempo contigo, ¿no era suficiente?— exasperado le cuestionaba al menor.

Oohel carraspeo, sin que se dieran cuenta había una nueva escena, el día en que Farena fue coronado rey. Era un joven de apenas dieciocho años, lucia nervioso. —¡Hermano, eres el mejor!— gritaba animado un niño de ocho años.

—Leona, guarda silencio— decía molesta su madre, el niño bajo la mirada, escuchando a los sirvientes decir que era menos educado que su hermano a su edad. La escena cambió, los hermanos jugaban en uno de los jardines cuando un mensajero llego.

—Su majestad, lo solicitan en la sala del trono.

Farena suspiro, era la cuarta junta ese día, sintió una manita sostenerlo, —Hermano, prometiste que jugarías conmigo— decía el pequeño Leona con un puchero, su hermano se agachó a su altura, —Lo siento Leona, debo atender esto primero.

El niño se quedó solo, escuchando a los sirvientes comparar su comportamiento con el de su hermano. Nuevas escenas pasaron, cada día Farena dejaba de convivir con Leona, y este se rendía poco a poco, nada de lo que hacía le salvaba del desprecio de sus padres o sirvientes. Con cada acción los hermanos fueron alejándose.

Un nuevo escenario, Farena reconoció su oficina actual. Estaba viendo unos papeles cuando la puerta se abrió, —¿Papá?— Cheka le llamaba desde la entrada, —Ahora no hijo, papá está muy ocupado— dijo el rey sin levantar la mirada de su trabajo.

El león mayor sintió su corazón estrujarse al ver a su hijo cerrar la puerta e irse.

Un nuevo escenario, ahora fue Leona el que reconoció su cuarto en la escuela, vieron cómo el chico aparentaba frente a los demás mientras planeaba junto a sus compañeros de dormitorio el incidente del torneo interno de Magift.

Al principio Farena estaba molesto y decepcionado, antes de que pudiera decir algo a su hermano cambiaron a un último escenario, el estadio en el dormitorio de Savanaclaw, y el momento en que Leona entro en estado overblot.

—Siempre he sido aborrecido desde que nací. No tenía un lugar al que llamar hogar ni tenía futuro. No importa cuánto trabaje, nunca seré reconocido. Este dolor, esta desesperación… ¡¡¡NO HAY MANERA DE ENTENDER!!!!!!!— gritaba Leona consumido por su propio dolor.

Todo quedo a oscuras, Leona miro a su hermano quien tenía un semblante sombrío. —Como sea, lo hecho, hecho está, no hay nada que…— fue interrumpido por unos brazos alrededor de él, su hermano lo estaba abrazando.

Recuperándose de la sorpresa Leona trato de apartarlo, —Oye, no te pongas sentimental, nada de esto importa…

—Leona por favor perdóname— le pedía su hermano aun abrazándolo.

Los dos quedaron en silencio.

—Estaba tan metido en mi propio dolor… que no quise ver que tú también estabas sufriendo— hablaba el mayor, —Lo peor de todo, es que también estoy repitiendo la historia con mi hijo— reflexionaba Farena.

El mayor finalmente lo soltó, Leona tenía la mirada en el piso, —Sé que no es suficiente, y que no hay forma de recuperar todos los años que deje que fueras lastimado, pero te prometo…

—Cállate— dijo en voz baja Leona, apenas audible. Aun con la vista baja recargo su cabeza en el pecho de su hermano, —¿Quieres que siga hablando?— pregunto Farena a lo que Leona negó.

Farena volvió a abrasar al menor, aunque no veía su rostro, sintió cómo Leona había comenzado a llorar.