4
Desperté en una bruma. No física, sino mental. No podía pensar muy bien, no podía ver claramente y no podía escuchar con nitidez. Pero tenía mucha hambre. Ya era de noche, y era tan buen momento como cualquiera para actuar.Me paré y caminé a una de las tiendas de vegetales, no la misma que la del tipo que me dio la "papa". Las tiendas de vegetales tenían todos sus artículos en canastas al frente, fácilmente accesibles. Eran las más sencillas para robar. Prefería llevar a cabo el acto sin ser detectado, en lugar de correr y tomar lo primero que encontrara a la vista de todos.Me detuve frente a la tienda y, cuando la mujer que atendía se dio la vuelta, rápidamente envolví todas las manzanas que pude en una nueva bolsa de tela que había confeccionado. Cuando la cantidad de manzanas ingresadas satisfizo mi sentido visual, me retiré silenciosamente.Por el rabillo del ojo, noté que una persona había presenciado el acto. Giré para enfrentarlo. Estaba enojado, por lo que mi cara probablemente resultaba efectiva en lucir amenazante. "No", Le expresé muy claramente con los ojos. La persona tragó y miró a sus costados. Al darse cuenta de que estaba solo en su acto de valentía, volvió a su lugar en la fila como si nada hubiera pasado. Sonreí y me emocioné pensando en cómo devoraría el botín que acaba de conseguir. Di dos pasos en dirección contraria a la tienda y me alejé.—¡¡¡SEN!!! —el hombre gritó a mi espalda.—¡Maldito idiota! —pensé para mí mismo.El hombre gritó mi nombre a mis espaldas. ¿Qué le costaba cerrar la boca? Me enfrenté a él y lo vi adoptar una postura que oscilaba entre echar miedo y antagonizar. Rápidamente, escaneé a mi alrededor; todas las personas se habían girado en mi dirección.Repentinamente, una fuerza enorme me embistió por la espalda, derrumbándome al suelo. La bolsa con manzanas se abrió y estas se desperdigaron por toda la calle.—Me agarraste de un humor espantoso, desgraciado —me dijo la persona que me atacó.Claramente, era parte de la guardia de la ciudad. Todo esto era culpa del imbécil del hombre. Hice lo mejor para darle una mirada asesina en el suelo, pero entonces el guardia me dio un golpe en el cuello.—¡Ack! —No podía respirar, mi garganta se quedó trabada por la conmoción del golpe, mis músculos se contrajeron.Las manzanas se estaban deslizando por el suelo, se estaban alejando. Tenía que alcanzarlas.—Si intentas alguna estupidez, te mato. No tengo ganas de jugar —amenazó el guardia.Una multitud se había reunido a nuestro alrededor.—¡HAA! —recuperé la respiración y volteé.El joven era más bajo que yo, pero con buen músculo, de pelo corto y cejas frondosas. En este momento sería útil el cuchillo que tenía.Espera.¿Y el cuchillo?¿Dónde lo había dejado? Mierda, tenía una nube en la cabeza. ¿Cuándo fue la última vez que lo vi? Fue cuando...—¡Sen! —una voz que no conocía cortó por el murmullo. Una voz especialmente grave, áspera.—Atrapé a un extranjero, Han.—Sen, esto es algo serio.—¿Te parece que yo estoy jugando?—Encontramos a Hise.—¿...Qué?Las personas se hicieron a un lado y pude ver a un hombre grande y musculoso, de pelo corto; estaba dejando algo en el suelo, un cuerpo. Un cuerpo que ya había visto. Escapé una mano del agarre para tapar mi boca y evitar la necesidad repentina de vomitar. Lamentablemente, mi captor lo tomó como una señal de mi intención de escapar y me clavó un codazo en el lumbar.—Estaba escondido detrás de un arbusto de bayas honiras. Fue apuñalado muchas veces...Mi captor se quedó mudo. Pero no fue así con otra persona que decidió hablar-—¡Ese chico! ¡El extranjero de pelo oscuro! ¡Él me trajo una bolsa con bayas honiras hace unas noches! ¡Ya me parecía sospechoso desde antes, pero cuando vino del bosque, daba la impresión de que podía lastimar a alguien en cualquier momento! —el verdulero al que no podía ver desde el piso me inculpó de algo que no era para nada responsable.—Yo lo encontré durmiendo en la entrada de mi casa ayer —era el chico que me tiró el baldazo—. Dejó caer esto y se marchó. Me parecía sospechoso, así que lo que me lo quedé —el chico le entregó al hombre morrudo el cuchillo que encontré a la orilla del río.—El cuchillo de Hise... —respondió el hombre musculoso.—¡Es el ladrón! ¡Me intentó vender una joya que había robado! ¡Hizo un escándalo cuando intenté echarlo de mi tienda! ¡Está completamente demente!El joven encima de mí pareció procesar toda la información por un momento. Cuando terminó, simplemente dijo:—Extranjero, te voy a matar.No sonaba como palabras vacías. Sonaba como una amenaza que pensaba cumplir. Algo que quería llevar a cabo en ese mismo momento.Las manzanas se alejaron de mí.¿Qué era esto que me estaba ocurriendo?¿Qué era esta mierda?¿Por qué estaba sumergido en este pozo de desesperación tan profundo? ¿Por qué las personas que me trataron como si no tuvieran la más mínima decencia humana me estaban haciendo, a mí, el victimario? ¿Qué hice para merecer esto? ¿Cómo se atrevían estas pilas de basura a mi alrededor a llamarse a sí mismo "seres humanos"? Los odiaba. Los detestaba con todo mi corazón. Les deseaba el mal de todas las maneras posibles. Preferiría haber muerto en un bosque recóndito, con tal de no conocer a este pueblo. Personas sin lo más mínimo de "solidaridad", sin lo más mínimo de "empatía", ese tipo de personas no merecían justicia. Y ahora resultaba que yo había matado a una persona. Ahora resultaba que yo era culpable de semejante crimen, cuando fui una de las víctimas que había sido perjudicada por eso. ¿Por qué era el mundo tan injusto? ¿Por qué había despertado en un río en el medio de la nada? ¿Qué mierda había estado pasando estos últimos tres días?Giré mi cabeza en el suelo. La rabia se me escapaba por los ojos, por la boca, por la nariz. Toda parte del cuerpo que podía expresar un sentimiento estaba liberando toda la inmensa ira que fui acumulando con lo que había ocurrido. Mis ojos se cruzaron con otros más pequeños, los ojos asustados de una niña, la única persona que me había tratado con amabilidad en todo este podrido pueblo.Repentinamente, mi collar cerrado comenzó a emitir, por la hendidura entre sus caras, un fuerte color rojo. Quería destruir todo. Quería destruir todo este pueblo y reducirlo a cenizas.—¡DÉJENME EN PAZ! —grité desde el suelo y extendí mi brazo con suficiente fuerza para despegar al idiota que tenía encima.Me levanté del piso y miré a mi alrededor. Todas las personas que formaban el círculo que me rodeaba parecían estar listas para atraparme. Antes de que el guardia que había tirado al suelo pudiera recomponerse, me di la vuelta y comencé una corrida furiosa lejos del lugar.—¡MUÉVANSE! —grité, empujando a todas los pueblerinos que bloqueaban mi camino, ahora mis enemigos declarados.Corrí por todas las calles buscando un sitio por donde escapar. Ya fuera el bosque o un callejón, estaba bien. Ya no me importaba más. Solo quería esconderme y no volver a ver a esta gente nunca más. Quería que todos desaparecieran y, si no podían hacerlo, quería desaparecer yo mismo.Después de correr y correr por lo que parecieron horas, dejé de escuchar murmullos a mis espaldas. Me escondí rápidamente en el lado oscuro de un callejón. Era un callejón que estaba en el límite de la ciudad, del lado que apuntaba al río. Relajé mi cuerpo contra la pared y el suelo para poder descansar.—Los odio... Los odio... Los odio... —dije entre un lloriqueo y un gruñido.Sentía tanta frustración que podría estallar. Estaba atrapado en un pueblo de enajenados y brutos. Estaba harto de la situación y del lugar, y no sabía cómo escapar.Agarré un trozo de vidrio con filo del suelo y lo apunté en dirección a la entrada.—A la primera persona que entre aquí... La asaltaré.No le debía nada a nadie. Por mí todos se podían morir. Si al menos uno de ellos servía para suministrarme ropa y dinero, entonces su existencia no sería insignificante.La aldea estaba bastante iluminada, pero en un lugar tan alejado como este, la visibilidad era baja; tenía que ajustar mi visión. Toda esa noche permanecí vigilando, vidrio en mano, las entradas del callejón: primero hacia un lado, luego hacia el otro.Primero para un lado, luego para el otro.Una figura apareció en el fondo del callejón. Una mujer. Este era el momento, tenía que asaltarla. Tenía que seguir adelante y tomar todo lo que pudiera. Tenía que asaltarla y luego tenía que escapar. Tenía que hacerlo... La mujer estaba acompañada por otra persona, un niño de unos diez años. No importaba, tenía que hacerlo... Tenía que hacerlo...... Primero hacia un lado, luego hacia el otro.Me quedé con el vidrio largo en la mano, haciendo el mismo movimiento de vigilancia, como si nada hubiera ocurrido... No pude hacerlo.Primero hacia un lado-No recuerdo cuándo perdí la conciencia.5Desperté con la mano izquierda entumecida. La inspeccioné y noté que el vidrio había escarbado gran parte de mi palma. Tenía sangre por todo el brazo, combinándose con la suciedad que había acumulado. Mis ojos estaban pesados, mi garganta seca. Mi estómago se mantenía ocupado por un permanente dolor punzante, como si mi abdomen estuviera siendo aplastado por un pilar. Me sentía cansado, nauseabundo y me faltaba el aliento. Sentía una fuerte presión en mi pecho. Estaba en mi límite.Me levanté, con mucho esfuerzo, del suelo sucio.No podía concentrarme... No podía ver bien... Sentía frío... No sabía por qué hacía tanto frío...Sostuve el vidrio con mi mano sangrante y apunté, nuevamente, al final del callejón. Me parecía que ya no tenía fuerzas para asaltar a nadie, pero de igual forma lo tenía que intentar. Estaba en la base del enemigo, pero esta era mi única salida. Si volvía al bosque, moriría en poco tiempo. De pedir ayuda, a negociar, a robar. Me había quedado sin cartas que jugar. Solo me quedaba esto.Una sombra apareció en el fondo del callejón. Yo reafirmé mi agarre en el vidrio y, al hacerlo, más sangre se escurrió de la herida abierta en mi mano. Apunté el vidrio hacia la silueta.—Dame todo lo que tengas... —Fue lo único que pude producir de mis labios secos.—¿Opa? —se escuchó una voz.—Dame... todo lo que tengas... —me repetí.Mis brazos y piernas temblaban.—Pero... ¿Qué es esto? —era una voz femenina llena de curiosidad, de asombro. La silueta comenzó a acercarse.—T... Todo lo que tengas...No me quedaba mucha más energía. Estaba dando cabezadas.—Ohhh —se acercó una distancia peligrosa—. ¿Y supongo que si no te lo doy me lo sacarás por la fuerza?—Sí. Por lo que lo mejor es que me lo des...- —alcancé a decir.La chica solo permaneció observándome, no la podía ver con claridad. Sabía que estaba ahí, sabía que me estaba viendo. Podía distinguir... su vestido rojo... sus ojos rojizos... su pelo marrón... No la podía ver bien y, por algún motivo, eso me molestaba mucho.—-por favor... —musité.Estaba cansado.Se rio. Parecía encontrar mi situación chistosa. Por alguna razón, captaba ciertos rasgos de ella con extrema claridad. No podía enfocarme en su totalidad; pero su risa sonó como si la hubiera susurrado a mi oreja.La chica dio una vuelta completa alrededor mío. No sabía qué estaba haciendo, pero no me podía defender. Terminó la vuelta y asintió una vez con la cabeza, indicándome algo; entonces metió su mano dentro de mi tela y extrajo el collar que tenía escondido. Su mano era blanca, extremadamente suave; parecía casi esculpida, sus dedos finos y definidos y lo terso de su piel. Era muy cálida, aunque la realidad era que probablemente yo estaba muy frío.Mi mano, por su lado, estaba ocupada en sostener el vidrio y vibraba inútilmente. La sangre seguía goteando al suelo de manera pasiva. Era físicamente incapaz de defenderme, y no estaba seguro si quería seguir haciéndolo.—Qué hermosa flor... —dijo la chica cuando abrió el collar.Su ojo izquierdo era grande, de iris rojizo, similar a la pantalla del colgante, igual de cautivante. Y el ojo rebosaba de emociones. Había confianza, mucha confianza; había gracia, tanto en el sentido de su elegancia, como en el sentido de encontrar algo divertido; pero lo más inmediatamente llamativo era la inteligencia, una inteligencia visible. Si me preguntaran cómo era capaz de discernir conceptos tan complejos de tan solo un ojo, yo mismo no sabría la respuesta. Enfocaba todos mis sentidos en un solo aspecto de la mujer, alternando paulatinamente de rasgo en rasgo para conseguir una imagen más general. Pero no podía verla en su totalidad, no me quedaba el vigor mental para hacerlo.—¿De dónde eres? —me preguntó.De dónde soy.La chica cerró el collar y lo dejó caer sobre la tela.—O mejor... ¿Cuál es tu nombre?Cuál es mi nombre.—¿Me lo puedes decir? No te voy a hacer daño.De dónde soy. Cuál es mi nombre.—Quiero saber a qué familia perteneces.Mi familia.——No... lo sé...De dónde era. Cuál era mi nombre. Quiénes eran mi familia. No lo sabía. Todo el tiempo estuve intentando ignorar estas preguntas básicas, esa información básica, por el simple hecho de que aceptar mi total falta de identidad sería aceptar que para mi problema no existía una solución.No sabía de dónde era, ni sabía dónde estaba. No recordaba en dónde vivía; ni en qué ciudad, ni en qué región, ni en qué estado.No sabía cuál era mi nombre. No podía recordar ni siquiera lo más mínimo de mi persona. No recordaba cuál era mi comida favorita. No recordaba qué solía hacer. No recordaba cuáles eran mis intereses. Solamente tenía un vago sentido de la información. Podía recordar qué era una "manzana", pero no recordaba un solo momento que hubiera comido una.No recordaba a mi familia. No recordaba a nadie; ni a mi madre, ni a mi padre, ni a un amigo, familiar o conocido. Estaba solo. Estaba completamente solo.—Por favor...Mis labios y mi boca comenzaron a temblar involuntariamente, quizás por el frío que sentía. El pendiente iluminaba de azul a través de la hendidura. Era el azul claro que no llegaba a ser celeste. Azul de aguas limpias.—Por favor... ayuda... —dije a través del castañeteo de mis dientes. Lo último que tenía de agua en mi cuerpo comenzó a escaparse por mis ojos—. Ayuda...—¿Qué pasó? —me preguntó, su voz resonando con un matiz cálido.—Tengo miedo...—Ya veo...La chica extendió su mano y quitó el vidrio de la mía. Mi mano permaneció abierta, temblando en su misma posición; no podía cerrarla, tenía pequeños cristales de vidrio clavados en varias partes de ella.—Necesito que te tapes, ¿sí? —dijo la chica mientras agarraba un trozo sobresaliente de la tela y lo colocaba sobre mi cabeza—Ven —la chica agarró mi mano derecha y comenzó a guiarme por el camino.—Allí está el bosque... —le indiqué, pero no ofrecí ninguna resistencia.—Lo sé. Vamos a rodear el pueblo, ¿está bien? —respondió.La joven medía unos 15 centímetros menos que yo, pero parecía más adulta. Permití que me guiara por el límite del pueblo hasta alcanzar una casa enorme sobre la calle, a un costado del río. Entramos a escondidas por la puerta de adelante. Quizás era la casa de sus padres.—Meshi, Yoi. Por favor, necesito ayuda —la chica entró a la casa y llamó dos nombres como si fuera la dueña.—Señorita Mira —un hombre y una mujer adulta nos recibieron. Por un segundo pensé que serían sus padres. El hombre vestía la bata del pueblo, pero la mujer, un vestido negro de sirvienta—, ¿...qué es esto? —preguntó el hombre, estupefacto.—Tiene una herida profunda en la mano, todavía sangra; tiene ojeras enormes; está pálido, helado; parece que no come hace varios días. Yoi, trátale la mano. Meshi, prepara un baño caliente, una sopa liviana y agua.—Sí, señora —respondió la mujer antes de despegar hacia otro lado de la casa.—Señorita Mira, ¿acaso sabe quién es este hombre...?—Tengo una idea.—Entonces...—Meshi, ¿dudás de mí? —el tono de voz de la chica cambió súbitamente a uno mucho más severo, junto a su forma de hablar.A mí me sorprendió, y expresé ese asombro como más fui capaz; pero el hombre, que recibió de lleno la actitud, actuó como si le estuvieran apuntando con una pistola.—¡En seguida, señora! ¡Tendré listo el baño en 10 minutos! —y entonces salió apurado fuera de la casa.——Ven. Ven conmigo. Siéntate —la chica ignoró lo que había sucedido y le dio unas palmaditas a un almohadón que tenía a su lado; un almohadón que actuaba como silla para una mesita a la altura del suelo. Intenté reclinar las rodillas, pero casi me caigo en el intento—. ¡Epa! —la chica me atrapó y me soltó suavemente en el suelo.La pesadez en mis ojos era inmensa. Mi cuerpo entendió la pequeña comodidad que ofreció el almohadón como una señal para permitirle descansar.—Perdón... Creo que me estoy quedando dormido.No podía parar de temblar, tenía mucho frío.De pronto sentí una calidez envolverme desde mi costado. La chica sentada a mi lado me había cubierto con una tela muy extensa, una frazada.—Intentemos no dormirnos por ahora —me dijo.Era muy difícil cumplir con lo que quería, sobre todo cuando me ofrecía esta calidez.—Tengo... frío... —solo podía levantar la voz para reportar periódicamente como me sentía.—Lo sé —la chica rodeó sus brazos sobre la frazada y los apretó contra mi cuerpo—. Mucho frío, ¿no?—Hm —asentí.—Por eso necesito que estés despierto, para darte calor. Así que, por favor, no te duermas.—Hm.Iba a hacer lo que podía.—Señora Mira, traje lo necesario —anunció la sirvienta, acercando una bandeja con varios objetos: telas, herramientas y un balde.—Ven. Toma —la chica agarró un vaso de la bandeja, recogió agua del balde y me la ofreció.—Señorita, esa agua es para-—Ya lo sé. Pero lo necesita en este momento.Apoyé mis labios ásperos sobre el borde de madera de la copa. Empecé a tomar el agua poco a poco. Estaba hirviendo; se sentía como intentar pasar una piedra por mi garganta.—Bien —la chica dijo, y me acarició la cabeza—. Yoi, comienza con la mano.La chica agarró mi mano debajo de la frazada. Mi brazo estaba congelado en la misma posición desde hacía un tiempo, temblando. Había fragmentos de vidrio entre las articulaciones de los dedos, por lo que me cortaba cuando intentaba cerrar la mano un poco. Tenía mucha sangre; desde la punta de mis dedos hasta el antebrazo estaba completamente bañado de rojo. La chica apoyó cuidadosamente mi mano en la mesa.La sirvienta se arrodilló del otro lado de la mesa y giró mi mano con un poco de fuerza para que mi palma encarara hacia arriba y ella pudiera trabajar.—Se cortó la muñeca también —reportó la sirvienta cuando analizó la herida.Era verdaderamente un idiota, no entendía como había logrado hacerme tanto daño durmiendo.—Parece ser suficientemente superficial, solo debería necesitar una limpieza cuidadosa. Se encuentra en tan mal estado porque la dejó desangrar mucho tiempo —concluyó su análisis.Entonces la sirvienta comenzó a buscar, escarbar, y retirar con pinzas todos los fragmentos de vidrio que quedaron en mi mano. Eran muy pequeños, y como estaban manchados de sangre, parecían rubíes enanos.—Yoi. En la muñeca, hay un trozo en la vena —le notificó la chica.La sirvienta apretó la herida e hizo que erupcionara un poco de sangre, y luego quitó el objeto. Después, trajo hacia delante el balde con agua caliente. Metió un trapo debajo del agua y lo pasó por todas mis heridas. Cuando retrocedía un poco por el dolor o la impresión, la chica estaba ahí para sostenerme.—¿Te sigue pinchando en algún lugar? —preguntó la sirvienta mientras apretaba con el trapo.Moví la cabeza negativamente. Si algo me estaba pinchando, no lo podía sentir.—Bien.La sirvienta pasó algo similar a un jabón rústico y luego enjuagó con el agua caliente. Finalmente, enrolló la tela alrededor de mi brazo un par de veces hasta que no se notara la sangre al apretar.—Qué suerte que no es uno de esos que huelen asqueroso —la chica dijo algo que no entendí, y entonces el hombre volvió para reportar el estado de sus tareas.—He preparado el baño, la sopa aún no —informó.La chica lo miró con fastidio y la sirvienta nos hizo una reverencia y se retiró a otra parte de la casa. Unas manos me levantaron por detrás.—Vamos, vamos. Vamos al baño —escuché la voz dulce de la chica en mi espalda.Seguimos al sirviente por los pasadizos confusos de la casa hasta llegar a una sala mediana con un gran balde de agua caliente en el medio.—Ahora es el momento de bañarse, pero te traeré sopa, ¿sí? Para comer —me dijo la joven.Empecé a desenrollar la tela de mi cuerpo sin poder pensar, pero ella me detuvo.—Qué ansioso. Espera un segundo —me ordenó, luego le mencionó algo al hombre que no alcancé a escuchar y se retiró de la habitación.—Yo lo ayudo —dijo el hombre.La tela estaba pegada a mi cuerpo, principalmente por sangre, pero también por otras basuras que se adhirieron a mi cuerpo con el tiempo. Liberarme de la tela se sintió como quitarse una media mojada, y sonó como despegar una gran cinta adhesiva. El hombre parecía disgustado. Me quité el collar y lo dejé en una especie de mesada al costado en la sala.—Adentro, despacio —me guio hasta el balde.Metí un dedo del pie en el balde y sentí el agua caliente, entonces fui dejando a mi cuerpo caer en el agua. Todos mis músculos se relajaron de inmediato, sentí que la totalidad de mi cuerpo estaba entumecido. Una nube de suciedad flotó a la superficie apenas toqué el fondo. Sumergí mis brazos debajo del agua, para aprovechar el calor en todo mi cuerpo. Entonces la puerta del baño se abrió.—Estás dentro del baño, ¿no? Oh. ¿Te estás bañando en agua o en lodo? —la chica volvió a la habitación—. ¡Traje sopa! Debes estar muriendo de hambre, ¿no?—Hm —asentí.La chica se sentó al costado de la bañera.—Es de cerdo, tiene vegetales. Pero en su mayoría es agua. Necesitas comer algo liviano en este momento —la chica levantó un plato encima de la madera de la bañera y escarbó los contenidos con una cuchara antes de estirar el cubierto hacia mí—. Come. No pasa nada. No la envenené —dijo con una pequeña risa.Abrí la boca y la cerré en la cuchara.Era cálida, podía distinguir el cerdo, podía distinguir el aspecto vegetal; era cierto que era principalmente agua, pero, por encima de todo, era absolutamente deliciosa. Apenas terminé de tragar la sopa, mis ojos comenzaron a gotear. Finalmente, después de tanto tiempo, después de tanto miedo, después de pensar cosas tan desagradables, después de tener que hacer cosas que rechazaba profundamente; finalmente, un poco de comida. La chica metió la cuchara en la sopa de nuevo y la presentó otra vez, ignorando completamente el hecho de que estaba llorando.—¿Y tu collar? —me preguntó la chica.Señalé hacia donde lo había depositado después de quitarme el trapo.—Oh. No tenemos que perder eso, es importante —dijo ella.Asentí con la cabeza.—Después de terminar la sopa, te permitiré descansar, ¿está bien? Luego de eso, necesitas otro baño y ropa.—Hm.No sabía quién era esta mujer. No sabía cuáles eran sus objetivos. No sabía qué buscaba de mí. No tenía recuerdos del pasado; pero estaba absolutamente seguro de que nunca me había sentido tan agradecido con una persona.La chica dejó el plato en el suelo y me enseñó otra cosa.—Necesitas agua, ¿no? Esta es fresca.