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—Yichen, ¿a qué te refieres con esto? Prometiste demoler este jardín de infantes, pero ahora me dices que se lo vas a regalar y no a demolerlo. ¿Acaso te importa el niño? —Chu Yichen le propinó una fuerte patada al asistente de Jin Cixuan y le dolió tanto que el hombre se dobló del dolor—. Él no es mi hijo. ¿Por qué debería importarme?
La expresión de Jin Cixuan se oscureció. Desde el otro extremo de la línea, se podía escuchar a Jin Enxuan llorando como un cerdo siendo sacrificado.
Jin Cixuan colgó la llamada. Cuando pensó en cómo su hijo había escuchado la conversación, estaba furioso.
—Chu Yichen, no te pases. ¡No olvides que es todo gracias a mi madre que la familia Chu está donde está ahora! ¡No seas insensible! —Chu Yichen dijo burlonamente—. Entonces no te olvides de que ya he devuelto lo que debíamos. ¡La riqueza que tienes ahora es toda gracias a la familia Chu! ¡No seas tan sinvergüenza!