—Maestro, no diga eso. Me siento un poco avergonzada —Mo Ruyue se cubrió la cara y sonrió—. Escuchar a los demás elogiarlo de hecho mejoraba su estado de ánimo—. Estaba extremadamente feliz.
—Solo digo la verdad —Mo Ruyue bajó la cabeza y susurró—. Pero Maestro, ¿no dijo usted que un maestro por un día es un padre para toda la vida?
Ella recordaba claramente lo seguro que estaba este hombre en ese entonces. No pienses que vas a escaparte solo con unos cuantos cumplidos.
—¿Dije esas palabras en ese momento? ¿Por qué no me acuerdo? —Ming Sihan pretendió no saber nada.
—¡Hmph! —Mo Ruyue resopló y continuó—. Maestro, realmente tiene mala memoria. Ni siquiera recuerda lo que dijo.
—No recuerdo esas palabras, así que no las contaré.
—Está bien, si no recuerda esas palabras, entonces yo tampoco las contaré. Entonces, ¿la regla de que en el Reino Demoníaco no se puede enamorar la estableció usted, Maestro? —Mo Ruyue alzó ligeramente las cejas.