—Ling Shoumo, si tienes algo que decir, dilo. Si has venido a buscar problemas, no me culpes por ser grosero contigo.
El tono de Ming Sihan no era amistoso. Sus pupilas se encogieron mientras miraba fríamente al hombre frente a él.
Al escuchar la voz de Ming Sihan, Ling Shoumo finalmente lo miró, como si acabara de notar su presencia.
Porque desde el principio, sus ojos estaban fijos en Mo Ruyue.
Su sonrisa era tan hermosa como una flor. La sonrisa en su rostro no mentiría.
Ella estaba viviendo muy bien aquí.
—Vine aquí para hablar contigo sobre algo.
Esta vez, no estaba aquí por Mo Ruyue, sino por la Luna de Sangre.
Las sectas inmortales y el mundo del demonio necesitaban unir fuerzas para resistir el mal.
—¿Todavía tienes algo que discutir conmigo? —Ming Sihan se rió fríamente.
—Realmente piensas demasiado bien de mí.
Uno tenía que saber que la secta inmortal y el mundo del demonio nunca habían tenido ningún precedente de discutir asuntos antes.